Las cartas están echadas. Petro lo anunció en su televisado consejo de ministros: el socialcomunismo se va a jugar el todo por el todo para mantenerse en el poder.
Los antecedentes son evidentes: en 2021, Petro instigó la desestabilización de Colombia. A través del despiadado Gustavo Bolívar, ese mismo que tilda a los policías de “cerdos malditos”, se financió la estructuración de la banda criminal denominada primera línea, organización terrorista responsable de muertes, conflagraciones, bloqueos y saqueos, entre otras atrocidades.
La extrema izquierda tendrá los $523 billones de pesos del presupuesto nacional para aceitar la maquinaria electoral de cara a las elecciones del año entrante. Imitando el modelo chavista, Petro está abusando del acceso a los medios de comunicación para atosigar a la ciudadanía con sus mensajes.
El gobierno combinará ingentes recursos financieros, el dominio de los medios de comunicación y la violencia para imponerse en las elecciones.
Ese será el inmutable panorama en el que la oposición deberá enfrentarse. Quienes crean que la contienda podrá librarse en las redes sociales, en foros académicos y gremiales, y debates propios de una contienda democrática genuina, mejor que se preparen para una contundente derrota.
Extirpar el cáncer socialista será un desafío colosal, aunque no una misión imposible. No es descabellado pensar en un desenlace similar al del plebiscito de 2016, cuando, contra todo pronóstico y desafiando a los poderes económicos, políticos y estatales, el pueblo rechazó el acuerdo de Santos con los narcoterroristas de las Farc.
Pero para ello es imprescindible tener plena conciencia de que la lucha contra Santos fue apenas un ensayo en comparación con lo que se avecina.
Hay quienes afirman que es sana la multiplicidad de candidatos de la oposición. Sin embargo, no parece una estrategia sensata dispersar los limitadísimos recursos que el sector empresarial puede aportar al proceso democrático entre tantos aspirantes que, evidentemente, carecen de viabilidad y opciones reales de éxito.
Las campañas prolongadas son costosas, extenuantes y llenas de riesgos. La catástrofe que ha representado el régimen petrista obligó a que la batalla política arrancara antes de lo esperado. Ya no hay margen para nuevos aspirantes en la oposición. Más que una lista de candidatos, parece un directorio telefónico.
Lo más sano e inteligente es que antes de junio se depure el paquete de aspirantes opositores. El Centro Democrático repetirá la historia de siempre, utilizando el modelo tontarrón de las encuestas y demás. El conservatismo, es un partido pusilánime que abandonó hace décadas su vocación de poder. Los liberales, campeones mundiales de la política menor, del manzanillismo, de las componendas, son, para ponerlo de manera gráfica, unos mafiosos de la democracia: se suman al que puedan extorsionar y saquear.
La historia le está dando a Colombia una nueva -y posiblemente la última- oportunidad para corregir el rumbo. Es posible que el país no esté irreversiblemente condenado a vivir durante décadas en la asquerosa miseria socialista.
En 2026, el pueblo tendrá que decidir entre dos alternativas: permitir que su patria se hunda más en el lodo socialcomunista, o entregarle el poder a una persona capaz de levantarla y reconducirla hacia la senda del progreso, la seguridad y el orden. Y a ese destino sólo se puede llegar por el camino de la derecha.
Publicado: marzo 5 de 2025