En los medios se ventila la idea de que la próxima elección presidencial versará sobre candidatos de derecha, de centro y de izquierda.
Esta es una visión superficial del espectro político. Se trata de categorías difusas y poco consistentes que desorientan a la opinión.
En rigor, la elección venidera enfrentará dos concepciones diametralmente opuestas de la democracia: la liberal, que corresponde a la tradición colombiana, y la comunista, que se disfraza de progresista para ocultar su verdadera identidad totalitaria y liberticida.
El desgobierno imperante aspira al continuismo y hará todo lo posible para mantener su proyecto de cambio revolucionario de la sociedad colombiana. Su delirio ideológico le hace olvidar que si bien el comunismo era hace cien años una ilusión. hoy significa una trágica frustración, como puede advertirse en Cuba, Nicaragua o Venezuela. ¿Con qué cara se atreverán los promotores del régimen actual a mostrarle a la ciudadanía como modelo digno de seguirse el que ha condenado a los países en que rige a la desesperación?
Piénsese apenas en los más de ocho millones de venezolanos que ha tenido que abandonar su país empujados por la miseria en que lo ha sumido el chavismo. O, según acabo de leerlo, en la cuarta parte de la población cubana que ha escapado de la isla-prisión en los últimos años.
La alternativa que se nos ofrece a los colombianos para el año entrante para enfrentar los designios de la camarilla imperante en la Casa de Nariño es la democracia liberal, cuya defensa debería unir a la multitud de candidatos que se están lanzando al ruedo. A ellos conviene recordarles el dicho evangélico: «Muchos son los llamados y pocos los escogidos» (Mt. 22:14).
Observando la nómina de los aspirantes bien puede uno evocar lo que se cuenta de Epifanio Mejía, que dijo: «En este manicomio no están todos los que son, ni son todos los que están».
Hay, en efecto, aspirantes que evocan a los espontáneos que se lanzan al ruedo en las corridas de toros, mientras faltan en el listado verdaderos presidenciables, tales como Rafael Nieto Loaiza, Enrique Peñalosa, José Manuel Restrepo, Juan Carlos Echeverri, Francisco José Lloreda o Aníbal Gaviria, entre otros.
En la democracia liberal cohabitan varias tendencias bien sea ideológicas o programáticas a las que aglutina, como decía Álvaro Gómez Hurtado, el acuerdo sobre lo fundamental: el Estado Social de Derecho, la separación de poderes, la garantía de las libertades públicas, el multipartidismo, un sistema electoral confiable, así como el gobierno representativo, alternativo, controlado y responsable.
Todo el andamiaje institucionparaal por la Carta Magna está en peligro de desmoronarse bajo el desgobierno actual, que pondrá en juego todos sus recursos para tratar de perpetuarse en los años venideros, tal como se está viendo en el excesivo crecimiento burocrático, el desbordamiento del gasto, la demagogia atosigante y descarada que pulsa las cuerdas del resentimiento popular, así como en el recurso a la democracia tumultuaria que trae a la memoria los excesos de los jacobinos en la Revolución Francesa.
Nuestra imperfecta democracia liberal está en grave peligro y sólo podrá mantenerse si todos los aspirantes a ganar la presidencia el año entrante que están de acuerdo con sus principios se ponen de acuerdo en algún procedimiento que garantice la unidad frente a quien aspire a proseguir el camino de servidumbre que quiere trazarnos el profeta apocalíptico y líder intergaláctico que en sus delirios aspira a hacernos volar por las estrellas. El que resulte ganador en la consulta tendrá que esforzarse en convocar a todas las fuerzas vivas de nuestra nación para superar el deterioro que está dejando el desgobierno actual y enderezar el rumbo colectivo por senderos de verdadero ´progreso.
Hace falta un Alberto Lleras que haga la tarea que en 1956 y 1957 logró poner de acuerdo a los partidos tradicionales para enfrentar la dictadura de Rojas Pinilla. Esa misma labor habrá qué llevarse a cabo para poner de acuerdo a los aspirantes a heredar los desastres que dejará como legado el desgobierno actual.