Metimos las zorras en el gallinero

Metimos las zorras en el gallinero

Tenemos un problema sociopolítico tan grave, que como a la gangrena, solo lo soluciona una amputación.

Me perdonan la expresión, pero aquí toda el agua potable quedó contaminada desde que los hermanos Santos y sus secuaces se “cagaron en la bocatoma”, desde que dejaron la Constitución empeñada en una prendería de quinta categoría en La Habana y luego con sus coimas encomenderas desconocieron el NO electoral a los acuerdos con las FARC-EP.

Desde ese momento, se rompió el equilibrio de la legalidad y la justicia democrática frente al crimen organizado, y la formación de capitales ilícitos superó la actividad económica lícita y formal. Quedó entonces gangrenada la democracia sumida en la permisividad.

Y si democracias como la de Chile van en picada, por allí llueve y por acá diluvia. Ganamos las elecciones en 2018 pero no fuimos capaces de tapar los huecos que le quedaban a la malla del gallinero, y cunde en Colombia una total inconsciencia sociopolítica, ética y económica.

No hay duda de que vivimos la realidad de una ocupación territorial de un narcoterrorismo auspiciado por el propio Estado. ¿O será que estoy delirando en lo imaginario?

Aquí nos cambiaron las libertades y el orden constitucional por un sistema narco-comunista disfrazado de democracia de izquierda. Lo permitimos y lo acuñamos con una dirigencia “fronteriza” que raya con la inconsciencia y de ñapa está conforme, acomodada y acobardada.

El pueblo grita fuera Petro, se escucha, pero ningún poderoso se inmuta y nadie responde.

Ante la presencia devastadora de las zorras en el gallinero encuellaron al gallo y quedamos reducidos al cacareo. El juicio al Doctor Uribe es tan injusto que raya con la ridiculez y hace parte del sancocho mediático y la realidad ilusionista con que tienen secuestradas las conciencias individuales en una batalla cultural y comunicacional destructora y multiplicadora de la ignorancia, que está pagada con nuestros impuestos y asegurada con la consolidación del devastador “caos total estatal” disfrazado de paz total y justicia social.

Y ahí viene la pregunta: ¿En manos de quién estamos? Pues ni más ni menos que de un delincuente acompañado de una traca manada de delincuentes, y avalado políticamente por personas con patologías mentales tan críticas y retorcidas que demandan confinación.

A Colombia la lidera un revolucionario enfermo mental, un destructor nato de valor y valores.

El poder está en manos de una personalidad mesiánica, orientada por un libretista de narconovelas y por una combinación de proxenetas del narcoterrorismo con complejo de nuevos libertadores, que se acolitan su condición de locos y degenerados, y están alineados con la peor escoria terrorista criolla y española, rusa e islámica, y de la fuerza destructiva Castro-chavista.

Estamos en manos de una banda de criminales políticos que domina el populismo demagógico y es promotora del crimen organizado en todas sus dimensiones.

Colombia está manejada por la peor cleptocracia imaginable, asociada a grupos de ladrones “empresariales” y contratistas individuales que han pelechado a la vera del narcoestado en que nos convertimos desde que se otorgó impunidad a los criminales de lesa humanidad y se les dieron derechos políticos a los grupos narcoterroristas disfrazados de guerrilleros.

Y que alguien me diga si no es verracamente ingenuo e ignorante pensar que quienes manejan hoy el poder sin que haya ley que los controle, lo van a entregar por vocación y responsabilidad democrática en unos comicios transparentes el año 2026.

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