En caída libre

En caída libre

Hace unos años Petro le concedió un publirreportaje a la pagina web Cambio. En dicha pieza de propaganda habló de lo que pensaba hacer para acabar con las EPS: reducir el flujo de dinero para que aquellas cayeran como un castillo de naipes. Explicaba el desenlace fatal mientras decía: chu, chu, chu…

Pasó el tiempo y el que hizo chu, chu, chu fue su gobierno. Mucho se ha dicho sobre el asqueroso espectáculo de casi seis horas transmitido por la televisión publica y las redes sociales. Una ministra chillando como plañidera, la vicepresidenta haciendo reclamos por asuntos presupuestales, y muchos otros expresando su repudio por la presencia de la corrupta Laura Sarabia y el delincuente Armando Benedetti en la sesión.

Se vio a un Petro delirante, paranoico -en más de 20 oportunidades mencionó la existencia de planes para acabar con su vida-, diletante. Habló de Bolívar, Santander, José Prudencio Padilla, mil veces de Uribe, de la separación de Panamá, del acueducto de Santa Marta, de Marroquín y de la Franja de Gaza. 

El ambiente del malhadado teleconsejo de Ministros, se asemeja a las célebres purgas norcoreanas, donde el “brillante camarada y sol del siglo XXI” Kim Jong-un pronuncia discursos interminables, y cualquier asistente que ose cabecear es arrebatado de su asiento  por dos soldados, que lo conducen sin miramientos a una jaula donde es esperado por canes hambrientos. 

Petro fustigó uno a uno a sus ministros por lo que él llama “incumplimientos de los compromisos adquiridos con el pueblo”. Algunos funcionarios desconcertados no sabían de qué les estaba hablando su jefe. La ministra de Justicia tuvo que solicitarle que le enumerara las tareas pendientes, ya que desconocía por completo su existencia. 

Muchos recibieron como una bofetada la designación de Benedetti como jefe de gabinete, pues será a él a quien tendrán que rendirle cuentas. Los ministros que más o menos capotean con la drogadicción de Petro, ahora tendrán que lidiar con la del presidente y con la de su nuevo jefe inmediato. Es comprensible la insatisfacción. 

A lo largo de la autodestructiva sesión, Petro defendió a capa y espada a Benedetti y a Sarabia. De la segunda, dijo que era su persona de confianza, mientras que al primero lo señaló como equivalente al fundador de la banda M-19, Jaime Bateman. 

Bateman era un criminal en toda regla:  un extorsionista, cuatrero, secuestrador, violador, pedófilo, torturador y asesino. Pero aun con ese historial, compararlo con Armando Benedetti, cuya peligrosidad es de una liga superior, es un despropósito. 

Es indiscutible que el gobierno de Petro ya navegaba por aguas turbulentas, pero los recientes eventos han actuado como un catalizador, precipitando su deterioro. El régimen ha caído por un abismo del que no podrá salir. Su descomposición institucional y política se ha acelerado de forma alarmante, dejando claro que cualquier intento de redención es una quimera. 

Si los dos años y medio transcurridos han sido un desfile de errores, tensiones y desgobierno, los 18 meses restantes se perfilan como una pesadilla prolongada para los colombianos, una etapa de incertidumbre y desesperanza que pondrá a prueba la resiliencia de la nación. 

Ahora bien, aunque Petro encarne la incompetencia y los vicios en su máxima expresión, su permanencia es preferible frente al riesgo de que el poder quede en manos de una vicepresidenta cuya ineptitud y brutalidad podrían llevar al país a un colapso absoluto. 

George Orwell afirmaba que un pueblo que elige corruptos, impostores, ladrones y traidores no es víctima, es cómplice.

Quienes en Colombia llevaron al poder a ese infame que funge como presidente, son partícipes del desastre presente y del caos que aún falta por presenciar. 

@IrreverentesCol

Publicado: febrero 6 de 2025 

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