El Consejo de Ministros de Gustavo Petro

El Consejo de Ministros de Gustavo Petro

Lo ocurrido en el Consejo de Ministros del pasado martes 4 de febrero no puede seguir siendo justificado de manera alguna. Lo menos importante es el cuento de que se trata de reuniones reservadas cuyo contenido no puede divulgarse y que su transmisión está prohibida por la ley. En ese sentido, Petro también violó la ley al divulgar información de inteligencia militar y poner al ELN de sobre aviso con respecto a la contraofensiva de las Fuerzas Militares en el Catatumbo. Eso se llama traición a la patria y Petro debería ir preso.

Pero en cuanto a la transmisión de actos de gobierno, la reunión de Petro y los suyos fue apenas un tímido intento de aparentar transparencia a través de la televisación de uno de sus concilios. De hecho, muchos aducen que se trató de un acto desesperado  por transferirle a los ministros un alto grado de responsabilidad por la mediocridad de la gestión de este mandato. Otros creen que se transmitió para tratar de desmontar la resistencia que algunos ministros tenían contra Armando Benedetti y Laura Sarabia.

Como fuere, es bueno recordar que durante los ocho años de la administración de Álvaro Uribe Vélez se transmitieron incontables Consejos Comunitarios desde todos los puntos cardinales de la geografía nacional, así como rendiciones de cuentas o larguísimos programas pedagógicos acerca de un referendo en ciernes o una ley que se estuviera tramitando. Estos programas en vivo solían durar hasta 12 horas y hubo casos en que se realizaron ‘maratones’ durante toda una madrugada admitiendo toda clase de preguntas y opiniones por vía telefónica. Uribe atendía hasta los insultos.

¡Qué diferencia entre los consejos televisados de Uribe y el circo pobre de Gustavo Petro! Por entonces, el presidente Uribe aprovechaba las cámaras para hacer pedagogía sobre todos los temas de interés para la nación: la economía, la salud, el transporte, el orden público, la justicia… Él disertaba acerca del desarrollo de los municipios, de cómo sacar gente de la pobreza, de cómo aumentar las exportaciones, de cómo mejorar la seguridad de una región, de cómo avanzaba la construcción de un colegio o un hospital y mil cosas más. Su equipo de gobierno se sabía la lección al pie de la letra: en qué porcentaje iba la ejecución de tal carretera, cuánto arroz se estaba produciendo en el Meta, qué tanto se había reducido el secuestro en el Cesar, cuántos subsidios estaba entregando Familias en Acción, etc. Pero el que mejor se sabía cada dato era el mismísimo Uribe.

Hoy, lo de Petro es muy distinto. Tenemos un hombre visiblemente enfermo, sumamente hablantinoso y con un síndrome de Hubris que lo hace creerse imprescindible, que se cree experto en todos los temas cuando no es más que un diletante que revuelve datos, citas, frases célebres y lugares comunes que le sirvan para parecer un sabelotodo y que parece no darse cuenta del ridículo que hace por su evidente falta de profundidad. Y no es nada raro que sus posiciones, a pesar de la gravedad de los temas, causen hasta risa, porque en verdad es chabacanamente cantinflesco, lo que debería preocuparnos más porque no se trata de un comediante sino del presidente de nuestro país.

Lamentablemente, lo visto el martes, en consonancia con muchas de las intervenciones del Jefe de Estado en diversos escenarios y hasta en su cuenta de X, hace pensar que semejante catástrofe no pudo ser algo preparado con el fin de desviar la atención de los gravísimos hechos del Catatumbo o el nuevo escándalo por la entrada de dineros del rey del contrabando a la campaña de Petro presidente. Hay muchos analistas que piensan que ese desastroso Consejo de Ministros se hizo a propósito para desviar la atención de otros temas, pero cuesta trabajo creer que algo tan alarmante se haya llevado a cabo para ocultar algo peor. ¿Qué podría ser peor?

El martes comprobamos que Colombia está mal dirigida, que el Gobierno es acéfalo, que el país no tiene rumbo. La coalición de izquierda que timonea el barco —el Pacto Histórico— no tiene la menor capacidad ni para dirigir un municipio de los de más baja categoría. Su cabecilla es un drogadicto inepto, sus ministros, unos incapaces, y los dueños del poder, un Armandito Benedetti y una Laura Sarabia que saben demasiado de la putrefacción de un régimen corrupto que hace agua por todas partes. Seremos muy afortunados si alcanzamos a medio salir de este momento tan negro de nuestra Historia.

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