Cosa de locos

Cosa de locos

Nunca antes en la atareada historia de Colombia se había visto un espectáculo de desgobierno como el que nos ofreció en esta semana el Consejo de Ministros que, desafiando expresa prohibición legal, se transmitió por televisión.

No cabe duda de que quien funge como presidente de nuestro país exhibe severos trastornos de personalidad que a todas luces lo hacen indigno de ocupar su elevado cargo y objeto probable de una incapacidad física permanente, temas de los que debería ocuparse, por una parte, el congreso en pleno y, y por otra, el senado.

La indignidad constituye causal de destitución; la incapacidad física permanente autoriza al senado para declarar vacante el cargo.

Hay remedios institucionales para superar esta crisis que hunde sus raíces en la mente desequilibrada del actual inquilino de la Casa de Nariño, que toma decisiones improvisadas sin ton ni son, que no miden sus nocivas consecuencias para la sociedad cuyo gobierno tiene a cargo.

Vaya uno a saber en qué condiciones decidió en medio de una «agenda privada» crear un delicadísimo conflicto con los Estados Unidos, sin contar, como lo ordena la Constitución Política, con el entonces ministro de Relaciones Exteriores, que tuvo que salir a las volandas, junto con otros altos funcionarios, a desfacer tamaño entuerto. Las flores que hoy dice la prensa que se están exportando para el Día de San Valentín estarían pudriéndose en nuestras bodegas si no hubiera sido por la patriótica y oportuna gestión de ellos, pese a la rabieta de su jefe.

Para nadie es un secreto que el incremento de los cultivos de coca, la consiguiente producción de cocaína y su tremenda presencia en los mercados internacionales constituyen un vergonzoso baldón para Colombia. no obstante los compromisos que le impone la Convención de las Naciones Unidas contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias sicotrópicas, a cuyo texto remito a continuación: CONVENCION DE LAS NACIONES UNIDAS CONTRA EL TRAFICO ILICITO DE ESTUPEFACIENTES Y SUSTANCIAS SICOTROPICAS 1988.

Sería bueno que nueva Canciller leyera su texto para darse cuenta del desafío que a la comunidad internacional viene lanzándole su desatinado jefe cuando sostiene que la cocaína es menos nociva que el whisky y debería legalizarse su consumo. Algo peor dijo ante la propia ONU hace algún tiempo, cuando manifestó que el petróleo y el carbón son peores que la cocaína. 

Las ideas obsesivas son tema de tratamiento psiquiátrico y no cabe duda de que quien nos desgobierna obedece a su impulso. Hay una aparente racionalidad en su formulación, pero si bien se las mira fácilmente se aprehende su raíz patológica. Que la vida sobre la tierra está en peligro y que el cambio climático la pone en riesgo, nadie lo pone en duda. Pero hay aproximaciones racionales al estudio de los problemas que ahí se plantean. No es así como obra él, sino de un modo vecino de la histeria.

Si dejamos de producir petróleo, carbón y gas, quedaremos dependiendo para satisfacer nuestras necesidades energéticas del pésimo vecino que es Venezuela y tendremos que prescindir de lo que nos reporta mayores ingresos de divisas. ¿Es ello racional?

Remito a lo que los psiquiatras puedan opinar acerca de las incoherencias, los desatinos y delirios de sus discursos. como los que prometen tren elevado que conecte a Buenaventura con Barranquilla, o el tren bala que lleve turistas a la Guajira, por no mencionar el que se le ocurrió para conectar a Villavicencio con la costa atlántica.

Su versión distorsionada de la historia patria y su prurito de llamar nazis a todos los que discrepan de sus dogmas dan pie para dudar de su equilibrio mental.

Se rasga las vestiduras hablando de dignidad para censurar el trato que el gobierno de los Estados Unidos les aplica a los transgresores de las leyes sobre inmigración. Habla, como si fuese discípulo de Kant, de que las personas no tienen precio ni son mercancías, olvidando que cuando hacía parte del M-19 los secuestrados y los extorsionados a los que les infligía sufrimientos infames precisamente eran objeto de un tráfico a todas luces inhumano. Acusa a Trump de seguir el ejemplo de Hitler, que trasladaba judíos en trenes a los campos de concentración, ignorando que fue su ídolo, Stalin, el que inventó ese procedimiento de trasladar poblaciones enteras hacinadas como ganados en vagones ferroviarios para trasladarlas desde Ucrania y después desde los países bálticos hacia los gulags siberianos.

Siento verdadero tedio al referirme a tan funesto personaje, pero creo que es un deber ciudadano acusarlo ante el tribunal de la opinión para que ésta reaccione y determine un cambio de rumbo que sea positivo para Colombia.

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