Por ahora no hay con quien 

Por ahora no hay con quien 

Petro ganó las elecciones de 2022 en buena medida porque no tuvo rival. Es como si un lisiado puede correr la maratón de Boston sin competidores. Gana porque gana. 

Lo de alias Fico y Rodolfo Hernández fueron chistes de mal gusto. el primero, es una nulidad intelectual. Es un sujeto que oscila entre el cero y la nada. Y el segundo, que en paz descanse, merecía ser descrito como un anciano ridículo, corrupto y vulgar. 

Para aquellas elecciones, el Centro Democrático, que era el partido de gobierno, llegó sin candidato. A través del mecanismo inidóneo de las encuestas, la colectividad uribista seleccionó al corrupto agente al servicio de Odebrecht Óscar Iván Zuluaga, quien se enfrentó a la esposa del oscuro José Felix Lafaurie. La escogencia, acudiendo a la célebre expresión del maestro Mario Vargas Llosa, era entre el cáncer y el sida. 

La candidatura de Zuluaga, como era natural, no despegó. Antes de la primera vuelta se quedó sin oxigeno. 

En los tiempos que corren, no se ve por ningún lado a una figura sólida y capaz de congregar a la oposición al régimen socialcomunista. Algunos hablan de Vargas Lleras como alternativa. El exvicepresidente de Santos es un sujeto inelegible. Ha aspirado dos veces a la presidencia y, en vez de aumentar su caudal electoral, este se ha contraído. Cada vez que se presenta, Vargas saca menos votos.  

Petro logró convencer a sus electores de que él es la solución a los vicios de la política tradicional colombiana, a pesar de que él es uno de sus mayores exponentes: corrupción, componendas, favoritismos, maniobras oscuras. Vargas Lleras representa todo eso y mucho más. Él es la imagen viviente de la putrefacción colombiana.  

El Centro Democrático no tiene opción ninguna. El partido del expresidente Uribe se dirige hacia la irrelevancia. Jugó un papel importante en la oposición a Santos y al acuerdo espurio con los terrorista de las Farc. También fue clave en la elección del doctor Duque. Hasta ahí llegó. La infame persecución judicial contra el expresidente, además de perjudicarlo a él como persona y como dirigente, afectó de manera grave y aparentemente irreversible a su colectividad. Ninguno de los precandidatos del CD tiene las condiciones para ejercer el liderazgo que se necesita para destronar al petrismo del poder. 

La buena noticia es que aún falta mucho para las elecciones. Este año será tenebroso. Petro continuará radicalizándose, mintiendo, ejerciendo el poder erráticamente y llenando de pavor a los colombianos.   

Petro y el petrismo hacen de la mentira un derecho. El gobierno y los suyos continuarán engañando a los colombianos, no cesarán en su empeño de envenenar a las almas con proclamas apocalípticas. Dirán que la no continuación del modelo actual significará sangre y muerte. 

Las fuerzas de asalto del régimen, fabulosamente nutridas con dineros públicos se encargarán de acosar, amedrentar, agredir y, si es necesario, volver a incendiar al país para imponerse a la fuerza. Si la fórmula les funcionó en 2022, ¿por qué no funcionará en 2025? 

En la clase política tradicional no está la solución al problema colombiano. Hay que buscar por fuera, y ese proceso implica un trabajo serio, ponderado, sin apasionamientos y sin pausa. Enseñan los expertos en marketing político que las campañas largas son desgastantes, supremamente onerosas y casi siempre fallidas. Pero la situación colombiana se sale de todos los esquemas y quien quiera enfrentarse al monstruo socialista tiene que hacer una campaña sui generis, que rompa con todos los esquemas establecidos para tener posibilidades de éxito. 

No es una tarea fácil, empezando porque no es claro que Petro vaya a soltar el poder y en caso de que lo haga, es previsible que utilizará todo su poder y el presupuesto nacional para entronizar, a las malas, a uno de los suyos en la Casa de Nariño. 

No obstante, hay que hacer el intento, y hacerlo muy bien, con la persona y el programa político indicados. Queda una sola oportunidad. 

@IrreverentesCol

Publicado: enero 7 de 2025

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