¡Véndase!

¡Véndase!

En tono alevoso, Petro ha dicho que ordenará vender las residencias de las embajadas de Colombia. Asegura que se trata de lugares grandes y lujosos con los que se “demuestra el carácter aristocrático y sin sentido (sic) de servicio a la ciudadanía en que transformaron a la cancillería por décadas”. 

Lo primero que hay que decir es que las embajadas, los consulados, las residencias de los embajadores son bienes que le pertenecen al Estado y no al presidente de la República. Pensar en salir a vender las casas que durante muchísimas décadas y con muchísimo esfuerzo ha adquirido Colombia en las grandes capitales del mundo, siempre pensando en enaltecer la dignidad del Estado a través de una representación decorosa, es tan absurdo como proponer la comercialización de un monumento.

“Ordenaré vender estas casas ostentosas que sirven de residencia, para ampliar los espacios de servicio a la ciudadanía”. Absurdo. Los asuntos relacionados con los ciudadanos colombianos en el exterior no son atendidos por las embajadas. Se trata de tareas que les corresponden a las oficinas consulares. 

Colombia cuenta con poco más de 100 consulados en distintos lugares del planeta. En la mitad de la selva, como Puerto Obaldía en el Darién, o Auckland en Nueva Zelanda, ciudad ubicada a 18 husos horarios de Colombia.  

Petro, que tiene la elegancia, las formas y los modales de un carnicero, desconoce que la residencia de una embajada es mucho más que el lugar de habitación de quien ejerce la jefatura de la misión diplomática. En ese lugar se llevan a cabo negociaciones diplomáticas, se organizan recepciones, cenas oficiales, además de que el inmueble físico es reflejo de la imagen y el prestigio de un país. Muchas de esas casas exhiben, por ejemplo, obras de los artistas colombianos más reconocidos. 

La residencia en Washington, ubicada en una de las mejores zonas de la capital estadounidense, fue construida a comienzos del siglo XX. Durante los primeros años estuvo en manos de diferentes empresarios estadounidenses, hasta 1929, cuando le fue alquilada al gobierno de Grecia para que sirviera de residencia oficial del embajador. En 1944, la mansión le fue vendida al Estado colombiano. Es una joya arquitectónica que algunos expertos calculan que puede tener un valor de mercado de alrededor de 10 a 12 millones de dólares.

En Paris, el Estado es propietario de un lujoso edificio en la Rue de l’Élysée, a pocas cuadras del Palacio de Eliseo. Esa propiedad es reconocida como una de las más elegantes e importantes que tiene Colombia. ¿Petro pretende que el edificio se venda y trasladar la representación diplomática Colombia al peligroso distrito 19 de Paris, donde “gobiernan” los africanos y los árabes salvajes? 

La residencia de la embajada de Colombia en Madrid es un palacete con más de 150 años de antigüedad. Ubicado en el tradicional barrio de Chamberí, ha sido un lugar clave para la promoción comercial y cultural del país. No son pocas las veces que esa mansión ha servido como galería en la que se han hecho trascendentales exhibiciones de importantes colecciones de arte. ¿Petro quiere mandar al embajador de su país a vivir en una pensión en el Puente de Vallecas o en Carabanchel, donde abundan colombianos que se ganan la vida delinquiendo?  

Demagogia pura y dura del presidente de Colombia. 

Si bien las residencias de los embajadores no son bienes de uso público cuyo carácter es inajenable -como los ríos, las playas, las montañas- sí son bienes patrimoniales cuya eventual comercialización está reglada. Ese asunto no se resuelve colgando avisos de Se Vende o Permuta, como si se tratara de la pocilga de Zipaquirá en la que Petro estuvo arrumado durante sus años como terrorista del M-19. 

@IrreverentesCol

Publicado: diciembre 18 de 2024

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *