En el mundo civilizado ven a Petro como un mamarracho incoherente e intrascendente, a pesar de que él se presenta ante los suyos como un líder de talla global, aclamado, acatado y respetado. Pamplinas.
La reapertura de la catedral de Notre Dame se convirtió en una cumbre en la que estuvieron presentes los dirigentes mundiales más importantes. Aunque Biden es presidente hasta el 20 de enero del año entrante, el invitado central fue el presidente electo Donald Trump. En Europa saben con quién sí y con quién no hay que tratar. Por supuesto, Petro no estaba entre los invitados. Mientras Macron, Meloni, Trump y hasta el príncipe heredero del Reino Unido, acompañados por Elon Musk, alternaban, Petro continuaba justificando el despliegue de la asquerosa bandera de la banda terrorista M-19 durante el acto de imposición de la devaluada cruz de Boyacá al forajido uruguayo alias Pepe Mojica.
El crimen organizado invade todos los rincones de Colombia, y Petro posa de experto en política internacional dictando cátedra sobre el asunto palestino, justificando y validando -cómo no- a los terroristas que azotan a esa sufrida región
Donde haya un genocida, un violador de los derechos humanos, un criminal de guerra, un terrorista, allí estará Gustavo Petro aplaudiéndolo y ofreciéndole todo su apoyo.
La ignorancia supina del mandatario colombiano sobre la realidad política del mundo árabe es sobrecogedora. Siria, desde hace más de una década es una bomba de tiempo. El régimen de los Al-Assad se desplomó en un abrir y cerrar de ojos, evidenciando que su estabilidad dependía única y exclusivamente de Rusia e Irán.
El partido Baaz, que promueve el panarabismo, el socialismo y la laicidad, se convirtió con los Al-Assad en una sucia máquina de corrupción, violencia y terrorismo internacional. Desde hace más de 50 años, Damasco ha sido un cuartel desde el que se planifican y ejecutan los peores actos de barbarie contra Israel y, también, contra otros pueblos árabes, como es el Líbano, país que permaneció ilegalmente invadido por las tropas sirias durante más de tres décadas.
Hafez Al-Assad murió en el año 2000 y de inmediato fue sucedido, como si de una monarquía se tratara, por su hijo Bashar. Equivocadamente se creyó que el heredero, por haber estudiado medicina en el Reino Unido, país en el que vivió durante buena parte de su juventud, era un hombre de talante democrático que llevaría a su país por la senda de las libertades. El vástago resultó más corrupto, violento y peligroso que el padre.
La mal llamada primavera árabe llegó a Siria en 2011. El pueblo reclamó libertad y democracia. La respuesta de Al-Assad se escribió a balazos. Durante los últimos 13 años Siria ha sido un campo de batalla en el que confluyen grupos yihadistas como el denominado Estado islámico, fuerzas kurdas, organizaciones paramilitares, facciones del ejercito y rebeldes. Todos se disparan contra todos. Y la población civil en medio del fuego, huyendo, principalmente hacia el Líbano, país que tiene 5.8 millones de habitantes, de los cuales millón y medio son refugiados sirios.
Al-Assad tomó su avión y ahora está escondido en Rusia. Dejó el poder y la inestabilidad de su país es aun mayor. Es prematuro saber si la situación empeorará, o si la crisis es el preámbulo del renacer sirio. Lo que sí está claro es que Petro y su “conocimiento Wikipedia” sobre la situación árabe, lo retratan una vez más como el payaso que por esencia, potencia y presencia es.
Publicado: diciembre 11 de 2024