Hollman Morris es experto en propaganda, que no en información. Sus intercambios de comunicaciones con la banda terrorista Farc, hallados en los famosos computadores de alias Raúl Reyes, confirman su condición de “documentalista” al servicio del crimen organizado.
Morris, hoy director de la televisión pública colombiana, le daba consejos a las Farc, con el fin de ayudarle a la guerrilla a sacar adelante su macabra estrategia de intercambiar secuestrados, por terroristas que estaban purgando condenas en cárceles en Colombia y los Estados Unidos.
En los equipos incautados en el campamento de Reyes se hallaron correos remitidos por Morris en los que con toda confianza y cordialidad le decía al cabecilla narcoterrorista “viejo, quiero que pensemos y estudiemos la posibilidad de elaborar un buen documental sobre el tema del canje…Recuerda que en momentos de crisis ha bastado con una buena película o con una buena imagen o un buen documental para volcar la frágil opinión pública a pregonar acuerdos y pedir verdades”.
Los propagandistas, como Goebbels para los Nazis o Willi Münzenberg para los estalinistas, parten de la misma premisa de Hollman Morris: la opinión pública es manipulable; es frágil.
Si se hiciera un escalafón de los nombramientos más polémicos del régimen petrista, el de Morris en la RTVC ocuparía uno de los primeros lugares. Hasta un sector del petrismo resiente que ese individuo, señalado por agredir mujeres -empezando por la madre de sus hijos-, haya sido vinculado al gobierno.
Cuando Petro fue alcalde de Bogotá, Morris fue puesto al frente del intrascendente canal capital. A Pesar de ser un medio con bajísimos índices de sintonía, el individuo en cuestión invirtió gruesas sumas de dinero para hacer de aquel un canal concentrado en el enaltecimiento de la figura del alcalde. No fueron pocas las personas que denunciaron los abusos y arbitrariedades de Morris.
Al comienzo de su gobierno, Petro designó a la actriz Nórida Rodríguez como gerente de RTVC. La artista no duró mucho en el puesto. Sufrió toda suerte de ataques al interior de la entidad, muchos de ellos, según indican algunas fuentes, alentados por Morris quien esperaba ansiosamente ser su reemplazo.
Se le cumplió el deseo. Por medio del decreto 0490 del 16 de abril de este año, el presidente lo puso al frente de la red de medios públicos -radio y televisión- del Estado colombiano, con un salario de poco más de $17 millones de pesos y un presupuesto de más de $380 mil millones de pesos.
No es una cifra despreciable teniendo en cuenta la poca trascendencia que tienen los canales de radio y televisión oficiales, cuyos programas son de muy baja calidad.
Morris se ha cuidado, eso sí, de invertir los recursos en producciones con un evidente sesgo ideológico. Los canales públicos, que por su propia naturaleza no deben tener inclinaciones partidistas, y sus contenidos deben estar al margen de las controversias ideológicas.
Aquel es el deber ser, porque el ser es muy diferente. La RTVC es una caja de resonancia de la agenda socialcomunista. Los informativos no son otra cosa que una asquerosa fábrica de falsas noticias y de manipulaciones con un propósito evidente: avasallar a los televidentes con propaganda comunista.
Petro se ha rodeado de lo peor de la política española. Su asesor estrella es el peligroso terrorista y separatista catalán Xavier Vendrell, un hombre oscuro sobre el que pesan graves acusaciones y que despierta toda suerte de sospechas.
Como si aquello no fuera suficiente, hace pocos meses trascendió que el gobierno había contratado los servicios de uno de los extremistas de la izquierda de España más despreciables y fanáticos. Se trata de Juan Carlos Monedero, un mercenario político que vende sus apoyos al mejor postor. La narcodictadura venezolana es su principal cliente.
Y para cerrar con broche de oro, se ha conocido que la RTVC cerró un acuerdo comercial -no se sabe por cuánto dinero- con el canal de YouTube de Pablo Iglesias, un comunista venido a menos, que hasta no hace mucho gozaba de peso específico en la política interna española, pero que ahora se mueve entre la irrelevancia y la inexistencia.
Cuando tenía capacidad de influir, Iglesias era financiado por la teocracia terrorista iraní. Ahora, que ha sido prácticamente borrado del mapa político de su país y cuya “existencia” depende de sus apariciones en redes sociales, Petro y su jefe de propaganda Hollman Morris le han lanzado un salvavidas irrigándolo con dinero de los impuestos de los colombianos sus sucios y depravados programas de televisión.
Es inadmisible que con el dinero de los colombianos se financie la operación del comunista español y de su favorita, una extraña ciudadana rusa que, por supuesto, cumple la función de lavarle el rostro Putin, justificando sus crímenes y aplaudiendo la peligrosa injerencia de Rusia en Latinoamérica.
Publicado: noviembre 19 de 2024