El resultado final de las elecciones generales de los Estados Unidos es un bálsamo para los defensores de la democracia y, a la vez, motivo de angustia para el progresismo retardatario y conculcador de los derechos y de la libertad.
Los regímenes socialcomunistas latinoamericanos tiene suficientes razones para estar preocupados. El próximo Secretario de Estado, Marco Rubio, conoce de primera mano los efectos nocivos del comunismo. Su familia huyó de la Cuba castrista. En los más de 10 años que lleva en el Senado, ha sido uno de los más firmes promotores de la imposición de sanciones contra los regímenes como el de Ortega en Nicaragua y Maduro en Venezuela.
Frente a Petro no ha hecho exhibición de engañosa cortesía. Sin esquinces ni matices, ha dicho que el mandatario colombiano es un peligroso cómplice y validador de los narcogobernantes de la región. También ha alzado su voz para denunciar los vínculos de la campaña petrista con la mafia.
Además de la nominación de Rubio al frente de la diplomacia estadounidense, el presidente electo anunció el nombramiento del congresista republicano Matt Gaetz -Florida- como fiscal general. Gaetz ha señalado que Petro ha debilitado la cooperación de Colombia con los Estados Unidos en la lucha contra el crimen organizado, privilegiando una peligrosa alianza con China y Rusia. En palabras suyas, la posición del presidente colombiano “afecta la seguridad nacional de los Estados Unidos”.
Otra nominación importante es la de Pete Hegseth como próximo Secretario de Defensa. En múltiples oportunidades ha expresado intranquilidad por la expansión del socialismo en América Latina y su impacto en la seguridad regional y los intereses estadounidenses.
Hegseth, en sus intervenciones en FOX News, ha insistido en la necesidad de que Estados Unidos cambie radicalmente su política exterior respecto de Latinoamérica, con el fin de evitar la expansión socialista, y promover el restablecimiento de la democracia en países como Venezuela y Cuba.
Atrás quedará la estrategia del apaciguamiento que no le dio resultado al presidente Biden.
Otro nombramiento que debe angustiar a gobernantes como Petro, es el de Tom Hogan quien ocupará el cargo de zar de la fronteraˆ. Tendrá la responsabilidad de supervisar y coordinar las políticas de seguridad y control en las fronteras de los Estados Unidos.
Homan, un experto en asuntos migratorios y de seguridad fronteriza, es muy bien conocido por el presidente Trump, puesto que trabajó con él durante su primer gobierno.
La inmigración ilegal fue uno de los ejes del programa por el que votó la mayoría de los estadounidenses. Homan tendrá en sus manos la aplicación radical y sin esguinces de las medidas que emanen de la Casa Blanca.
Su enfoque sobre la inmigración ilegal incluye el componente ideológico de los gobiernos de los países con mayor número de migrantes, y por supuesto el asunto de las drogas ilícitas. Así, Colombia, México y Venezuela estarán entre los principales objetivos de Tom Homan.
Hay quienes con sorna dicen que Donald Trump no tiene ni la menor idea de quién es Gustavo Petro. Pero no es así. Lo tiene perfectamente identificado, hasta el punto de que en la campaña elevó su voz para manifestar su preocupación por la inacción del presidente colombiano en la lucha contra el narcotráfico, asunto que afecta directamente los intereses norteamericanos.
Con Biden, a Petro no le fue mal. Tuvo en él y en la errática Kamala Harris un par de aliados que, con su apatía, no hicieron mayor cosa para contrarrestar u oponerse al maridaje de su gobierno con el narcoterrorismo.
A partir de enero del próximo año, cuando vuelva el orden y la sensatez a la Casa Blanca, a Petro y sus aliados de la mafia, se les acabará la fiesta.
Publicado: noviembre 18 de 2024