Mucho se ha escrito sobre el resultado de las elecciones en los Estados Unidos, en las que casi 75 millones de ciudadanos le dieron la victoria al presidente Trump. El triunfo es incontrastable: los republicanos han quedado con la presidencia, con mayorías en el Senado y la Cámara y con una corte suprema de evidente tendencia conservadora. Para cerrar el mapa político, 27 de los 50 estados son gobernados por el GOP.
El giro hacia la derecha es el reflejo de la saturación ciudadana por cuenta de la nefanda agenda progresista que durante la última década se encargó de envenenar el ambiente. El partido Demócrata, que hasta hace un par de décadas era un férreo defensor de principios democráticos, adoptó una deriva ultra progresista que fue rigurosamente castigada por los ciudadanos que concurrieron a las urnas el martes de la semana pasada.
La concordia, la serenidad y la moderación fueron arbitrariamente desplazados por un discurso de odio, proclamado desde un podio en el que se predica una falsa superioridad moral de los progresistas demócratas.
Todo aquel que crea en Dios, que defienda los valores de la familia, que respete la vida desde el mismo instante de la concepción, que se oponga a la sucia campaña de confundir la sexualidad de los niños y que rechace el accionar de los violentos, es un “fascista” enemigo de la democracia que no merece tener derechos ni representación política de ninguna naturaleza. Así piensa y procede buena parte del partido demócrata de hoy.
Menos de una semana después de las elecciones, se presentó un espantoso caso que refleja el nivel de descomposición y de insania del progresismo. Ocurrió en la ciudad de Duluth, Minnesota, uno de los pocos estados en los que Kamala Harris ganó.
El protagonista, un individuo de 46 años llamado Anthony Nephew, padre de dos hijos -uno de 15 y otro de 7-. El sujeto, que en sus redes sociales exhibía un evidente descontrol frente a la victoria de Donald Trump, tomó un arma y asesinó a su esposa, a su ex novia, a sus dos hijos y terminó pegándose un tiro en la cabeza.
La policía ha declarado que el asesino tenía problemas de salud mental -revelación que no puede producir ninguna sorpresa-. Muchas de sus publicaciones eran profundamente antirreligiosas, sentimiento que estimula la progresía estadounidense. No está de más recordar el evento preelectoral de Harris en una universidad de Wisconsin, acto en el que un par de estudiantes valientemente gritaron “viva Cristo Rey”, a lo que ella respondió con sorna, al decirles que “estaban en el acto equivocado”, no sin antes ordenar que sus escoltas sacaran a empellones a los orgullosos cristianos del recinto.
El asesino Nephew fantaseaba conque el triunfo de Donald Trump desataría una persecución religiosa en su contra -puras artimañas que emanan del discurso de odio progresista-, razón por la que resolvió acabar con su vida, con la de todos sus allegados.
Y nadie pondrá la cara ni responderá por este hecho, que desafortunadamente no será el último. Son los rezagos de años enteros de promoción de una agenda nefanda, a la que muchos medios masivos le hacen eco 24 horas al día. ¿Cuántos adolescentes, alienados por esas ideas retorcidas sobre la sexualidad de las personas se han mutilado sus genitales, y cuando adquieren algo de madurez descubren el tamaño de la estupidez que hicieron? ¿Cuántos de esos que se declaran de un sexo contrario al de su naturaleza, no han escogido el triste camino del suicidio por cuenta de una decisión que adoptaron movidos por la moda woke y no siguiendo sus propias convicciones y gustos?
Mientras en muchos países europeos la agenda woke continúa cabalgando libremente, el pueblo norteamericano ha decidido ponerle punto final a esa locura colectiva. No son pocos los padres de familia que, sin ser necesariamente republicanos, votaron por Trump preocupados por el futuro de sus hijos que están siendo adoctrinados en las escuelas públicas -el 89% de los niños y adolescentes van a colegios públicos-, por medio de consignas moralmente inaceptables como aquella que apunta a la llamada “despatologización de la diversidad sexual y de género”, que no es otra cosa que la eliminación arbitraria de los dos únicos géneros sexuales de la naturaleza humana, y que ha desembocado en situaciones realmente dramáticas en cientos de miles de niños y adolescentes que caen en esa trampa.
Publicado: noviembre 12 de 2024