No hay nada más peligroso que un tirano acorralado. Cuando llega al punto en el que no tiene nada que perder, se juega sus restos y arrasa con todo lo que tenga al frente.
Petro está contra las cuerdas. Abandonado por su esposa, traicionado por algunos de sus amigos, sitiado por los escándalos de corrupción, con el gobierno desbarajustado, las Fuerzas Militares totalmente diezmadas, el narcotráfico desbocado, la economía a punto de naufragar, la gobernabilidad hecha trizas y la campaña que lo llevó al poder seriamente cuestionada a través de un sustentado expediente sustanciado en el consejo electoral.
Si en Colombia la justicia fuera transparente, Petro y su entorno ya estarían tras las rejas. Benedetti no sería embajador, sino huésped del INPEC, Laura Sarabia pasaría sus días en el patio destinado a servidores públicos del Buen Pastor, el ministro de Hacienda, el ex hombre fuerte de la policía política Carlos Ramón González y Luis Fernando Velasco recluidos en sendos calabozos de alguna de las guarniciones militares a las que son enviados los altos funcionarios condenados.
Nada de aquello sucederá. La impunidad, garantizada por la fiscal petrista Camargo, le salvará el pellejo a todos los que pueda y, a cambio, se encargará de meter a la cárcel a cuanto opositor al régimen se le cruce por delante. Si de personas peligrosas se quiere hablar, es inevitable obviar a la señora Camargo.
Pero Petro no es de los que enmienda, ni corrige rumbos. Es un salvaje en todo el sentido de la expresión. No medita, no reflexiona, no recapacita. Lo de él es la violencia. Alcanzar los objetivos a través de la fuerza y no de la razón.
Cuando asegura que se está fraguando un golpe en su contra, él miente y sabe que lo hace. Pero la advertencia es supremamente útil para calentar los ánimos de la plebe que lo sigue. Todos los que votaron por él, y que pasados más de 24 meses de gobierno siguen respaldándolo, son hampones dispuestos a todo. Si tienen que volver a incendiar al país como lo hicieron durante el gobierno de Duque, no dudarán en cumplir la orden. Y la operación de ahora sería aún más devastadora porque tienen al Estado de su lado, al presupuesto público financiándolos y a la fiscalía comprometida con no procesarlos.
El panorama es alarmante. Que los desvalidos defensores de la democracia, gentes honorables que no juegan sucio como los de la izquierda, se preparen para la embestida de terror que se avecina. Petro, como Nerón, cantará enloquecido mientras observa la conflagración que se desatará por instrucciones suyas.
Publicado: octubre 21 de 2024