Los dictadores de derecha se van por las buenas

Los dictadores de derecha se van por las buenas

Las dictaduras comunistas duran eternamente. Los tiranos salen del poder, cuando mueren, v. gr.  Lenin, Stalin y demás cabecillas soviéticos, la dinastía de los Kim en Corea del Norte, que va por la tercera sucesión: empezó con Kim il Sung, continuó con Kim Jong Il y va por el tercero, Kim Jong Un.

En Cuba los Castro, en Venezuela Chávez. En fin, la lista de ejemplos es inagotable. 

No sucede lo mismo con buena parte de las llamadas “dictaduras de derecha. El ejemplo más interesante es el de España. Franco, que desde 1969 aseguró, que todo estaba “atado y bien atado” en referencia a la permanencia de su régimen cuando el muriera, estaba muy equivocado. Su legatario, el rey Juan Carlos estaba comprometido con ponerle fin al franquismo, ambientando el retorno a la democracia, como efectivamente sucedió. El monarca, heredero de la jefatura de Estado a título de rey, renunció a todo su poder, abriendo la puerta para la formación de partidos y la convocatoria a unas elecciones libres. La transición tomó fuerza con la redacción de la célebre constitución de 1978.

En 1988, Chile realizó un plebiscito con el fin de preguntarle al pueblo si estaba de acuerdo con el que el general Pinochet continuara al frente del gobierno que había asumido 15 años antes, por medio de un golpe de Estado. El resultado fue incontrastable: el 54% de los ciudadanos votaron por el NO. Un año después, se celebraron unas elecciones en las que el general no pudo participar. A las buenas, sin violencia y a través de un mecanismo democrático que fue respetado por el gobernante, se le puso fin a la dictadura. 

Entre 1976 y 1983, Argentina tuvo su última dictadura militar. Fueron siete años en los que el gobierno estuvo en poder de una junta militar de la que hicieron parte los generales Videla, Galteri, Agosti y el almirante Massera. 

Aquel régimen se conoció como el proceso de reorganización nacional que terminó tranquila y pacíficamente a comienzos de la década de los 80 del siglo pasado, luego de la derrota de Argentina en la guerra de las Malvinas. El descontento ciudadano fue inmenso y los generales entendieron que había llegado su hora. Entregaron el poder, y desde entonces Argentina, con altibajos, ha vivido en democracia. 

En Uruguay sucedió exactamente lo mismo. La dictadura cívico-militar establecida por Bordaberry fue paulatinamente desvaneciéndose, hasta la recuperación tranquila de la democracia a mediados de los 80 de la centuria anterior. 

En Brasil el proceso fue similar, y con los mismos tiempos. En 1985 llegó un gobierno civil elegido por voto universal. Las elecciones de aquel año fueron ganadas por Tancredo Neves, quien no pudo posesionarse porque murió días antes de la fecha en la que comenzaba su gobierno. Lo reemplazó el vicepresidente, también elegido popularmente, José Sarney. 

Maduro, además de ser un tirano de la peor calaña, es un terrorista internacional y un narco buscado por la justicia de los Estados Unidos. Su cabeza tiene un precio: U$15 millones de dólares de recompensa para quien lo entregue o facilite su captura. 

Recompensa por Nicolás Maduro

Tendrá que comparecer ante una corte del distrito sur de la ciudad de Nueva York y responder por delitos de narcotráfico, tráfico de armas, lavado de dinero y homicidio. Su futuro es, en el mejor de los casos, semejante a lo que experimentó el general Noriega, condenado a 40 años, de los cuales pagó 20 en una prisión de máxima seguridad. 

Por la gravedad de los crímenes cometidos por Maduro, es posible que reciba un castigo idéntico al del Chapo Guzmán: cadena perpetua. 

Su “seguro de vida”, y el de la patulea que lo acompaña es el poder en Venezuela. Jamás se desprenderán de él, salvo que su pueblo se revele y los saque a la fuerza del Palacio de Miraflores. 

@IrreverentesCol

Publicado: julio 30 de 2024