Manifestar una postura que va en contravía de las mayorías en redes sociales, requiere carácter y coherencia.
Claro que entiendo que nuestro sistema judicial -gestado por nuestros legisladores, quienes son elegidos por los ciudadanos- está en su peor momento en referencia al cumplimiento de sus postulados: pronta, cumplida y eficaz. También entiendo que genera frustración saber que los delincuentes que son capturados son dejados en libertad o cobijados con medidas benévolas como la detención domiciliaria. También entiendo que es indignante ver como se legisla y se gobierna para favorecer a terroristas y criminales.
Los anteriores hechos, sumado a los hechos atroces que se comenten a diario contra mujeres, niños o ancianos, ha despertado entre la gente reacciones que buscan aplicar justicia por mano propia, -lo que denominan en redes sociales, “paloterapia”- ante la ausencia de seguridad y justicia. No es fácil censurar y alejarse de esa “justicia” que puede tener explicación popular, que despierta apoyo y aplausos, pero que finalmente es un acto de barbarie, y un delito.
Los colombianos estamos metidos en un espiral de violencia desde hace más de un siglo, eso pesa demasiado en nuestro comportamiento individual y colectivo.
En la transición del siglo XIX al XX el país se sumergió en la guerra de los mil días, luego llego el bogotazo junto a la violencia partidista que generó una diáspora que alteró la tradición socioeconómica del país, posteriormente, la violencia migró a otro actor que en buscó justicia por cuenta propia y seguridad, el paramilitarismo; sin profundizar en las fuentes de financiación de la violencia y de los actores armados como los es el narcotráfico.
Lo que está pasando en calles es la continuidad de varias generaciones que no han podido salirse de la vorágine de la violencia. Hasta la misma memoria histórica valida la justicia por mano propia, quién no creció viendo el linchamiento público de Juan Roa Sierra, el supuesto asesino de Jorge Eliecer Gaitán, que fue arrastrado por las calles de Bogotá para dejarlo frente al Palacio Presidencial en demostración de justicia.
Lo cierto es que las “paloterapias” no son más que una acción violenta, predeterminada, consciente, asociada, que busca causar daño a la persona señalada de cometer un delito. Esa acción contra supuestos delincuentes o criminales deja a sus verdugos en igual o peor condición humana, alimenta la violencia, profundiza el dolor y el odio de esta generación.
Las paloterapias no es legítima defensa, valida en nuestra legislación, y derecho universal de todo ser humano, la paloterapia es una degradación individual y social, una muestra absurda y perversa de lo que somos como sociedad, un espejo de terror de quienes se deleitan con esa carnicería que se replica sin control ni filtro en redes sociales.
Colombia necesita sanar cicatrices del alma para poder aspirar a un mejor país.
Publicado: junio 13 de 2024