Los activistas y políticos de la derecha colombiana que tienen aspiraciones presidenciales o de representación parlamentaria, no han podido levantar muy bien la cabeza porque, en vez de ser auténticos, se han concentrado en imitar a los dirigentes latinoamericanos que han irrumpido en el escenario.
El truco de Milei y Bukele consiste, en buena medida, en que ellos no copian a nadie. Como en su momento hizo el expresidente Uribe quien llegó al poder gracias a que logró conectar con la gente, por medio de un discurso natural, no impostado y que respondía a lo que necesitaban los colombianos de comienzos de siglo.
Por ahí apareció un activista imberbe en las redes sociales imitando al presidente del Salvador, creyendo equivocadamente que el usar una gorra le imprime el carácter que marca al mandatario centroamericano.
El talante de Bukele es de él. Su discurso es de él, su estilo es de él. Y eso se traduce en popularidad. Y la aceptación, que es fruto del trabajo y de la disciplina, redundó en que su reelección se dio sin mayores inconvenientes.
En España hay tres modelos de liderazgo en la derecha del espectro. El conservatismo tradicional, emanado del bipartidismo que surgió durante la transición del régimen franquista a la democracia, que desde mi 1989 se presenta como el PP (Partido Popular), sucesor de la Alianza Popular. El PP, hoy tiene como líder al gallego Alberto Núñez Feijoo, quien encabezó las listas que se impusieron en las elecciones generales que tuvieron lugar el 23 de julio del año pasado.
Frente al PP, surgió una formación de rectificación de las ideas de la derecha. Se trata de VOX, el grupo que, bajo el liderazgo de Santiago Abascal, alcanzó 51 asientos en el Congreso de los Diputados. Ahora tiene 33.
Muchas voces críticas de VOX han planteado que ese partido se ha desdibujado, lo que se reflejó en la reducción de votos y de escaños en las generales del año pasado.
Los ciudadanos están por encima de los partidos y de los políticos. Al no sentirse representados por el PP o por VOX, cerca de un millón de electores españoles, mayoritariamente jóvenes, empezaron a seguir a Alvise Pérez, un sujeto rarísimo, reconocido por las controversias de las que ha hecho parte y por las sanciones judiciales que le han sido impuestas por difundir falsedades o difamar personas.
Lo cierto es que, con un discurso sin matices, con mensajes contundentes contra la inmigración ilegal -uno de los principales flagelos que afecta a España-, Alvise Pérez logró lo impensable, al cautivar el voto de más de 800 electores, que le significaron tres de los 61 escaños que tiene España en el Parlamento Europeo.
El resultado obtenido por Pérez, que tramitó su candidatura a través de un movimiento llamado Se Acabó la Fiesta, es épico. Por 230 mil votos, superó a Podemos, la formación neocomunista de Pablo Iglesias que presentó como candidata a su esposa, la brutal Irene Montero.
Ordinario, lenguaraz, sin modales de ninguna naturaleza, pero con una propuesta totalmente auténtica, Alvise Pérez es un nuevo jugador de peso en la política española.
Poniendo al lado la falta de elegancia, de decoro, de prudencia y de modales, el caso de Pérez debería ser estudiado por quienes aspiran a correr por el carril derecho en las eventuales elecciones colombianas de 2026. La fórmula es aparentemente sencilla: autenticidad y capacidad de conexión con la gente, valiéndose de los canales digitales de comunicación. Ninguno de los llamados “grandes medios” de España mencionaron a Pérez durante la campaña que acaba de terminar. Por eso, su resultado sorprendió al mundo político de ese país, porque nadie, incluido el propio Alvise, lo vio venir.
Publicado: junio 13 de 2024