En medio de una descomunal confusión, se ha ido al traste el sistema de salud colombiano como muy pronto, por este camino, lo hará también nuestra democracia. Y no está de más recurrir a frases de cajón que expresan muy bien lo que está pasando: “Éramos felices y no nos habíamos dado cuenta”, será el reconocimiento general cuando ya los gloriosos días sean historia.
Ojalá todos recuerden aquellos tiempos en los que el sistema de salud llegó a ser universal y a cubrirlo todo. Cuando la Ley 100 de 1993 nos llevó de tener un cubrimiento poblacional que pasó del 17% a una atención del 97-98%, donde los únicos excluidos son personas que viven al margen de la vida en sociedad: colonos, forajidos, indocumentados, habitantes de calle, y otros por el estilo, y eso que nuestro sistema garantiza la salud de hordas de venezolanos, que son toda una carga, y de indigentes.
Además, se garantiza el cubrimiento de todas las patologías por costosas que sean, aunque a veces toque poner tutelas. Pocos sistemas en el mundo han llegado a incluir sin excepciones los tratamientos y las tecnologías más costosas. Y a conceder hasta los más absurdos caprichos, con perjuicio del sistema en general. Cuántas veces leímos en la prensa que un juzgado obligó a una EPS a mantener una ambulancia 24/7 frente a la casa de un paciente, a trasladar de ciudad a otro para un tratamiento costeando la estadía de toda su familia o a entregarle a un usuario costosos artículos de marca que ni siquiera tenían mucho que ver con la salud (gafas, tenis, lociones, bronceadores…).
Sin embargo, no hay duda de que este es el mayor avance social de Colombia en toda su historia; un sistema en el que un gerente y un trabajador raso reciben la misma atención de alta complejidad en cuartos contiguos y sin aportar onerosos copagos. Un sistema que cubre a las familias de los afiliados y ya no tienen que ir a hospitales de caridad a someterse a una atención precaria.
¿Que hay cosas demoradas? ¡Claro! Ningún sistema de salud del mundo otorga para el día siguiente una cita con un neurólogo o un dermatólogo. Cualquier especialidad, cualquier examen, cualquier procedimiento requiere sus tiempos, y en Colombia eso se ha ido depurando. Ni qué decir de la atención en áreas apartadas, donde las dificultades son las mismas en el Chocó que en Canadá.
Sin duda, lo ocurrido con la EPS Sura es el fin. Primero anunció esta EPS que podría aceptar quedarse como gestora de salud, pero esta no es una compañía que improvisa. Análisis muy serios la llevaron a concluir que seguiría perdiendo plata porque el gobierno de Petro no quiere nada con los privados y ya era necesario dar un paso al costado, dando por terminada una era. Petro promovió una “crisis explícita” que haría caer a todas las EPS como fichas de dominó (el famoso shu, shu, shu) y así está ocurriendo. Las hizo quebrar por no no darles un aumento suficiente en la UPC ni en los llamados ‘presupuestos máximos’. La salud de más de 30 millones de colombianos está en manos del Estado.
Ahora, de vuelta al pasado, vendrán las quiebras de todas las IPS privadas porque a este sujeto le interesa destruir todo lo que nos ha costado tanto construir. Luego seguirá con las pensiones, la educación y todo lo que le permita desmantelar el país. Es que Petro no es un inepto como creen muchos ni el suyo (aunque actúe así) un desgobierno incompetente. No, Petro está haciendo exactamente lo que quiere haciéndonos decrecer sumiéndonos en el desempleo y la subsecuente pobreza. Y si dejamos que se atornille en el poder nos hundiremos para siempre como Cuba o Venezuela, donde sus habitantes eran muy felices antes.
Publicado: junio 4 de 2024
Petro debe dejar de mentir y amenazar. Ese cuento de estar acusando en rebote, para disminuir sus faltas y delitos, invitando al caos por un supuesto golpe. Petro ha rebosado la copa. ¡No más Petro!