El que nos desgobierna ganó las elecciones presidenciales porque les hizo creer a los votantes que llevaría a cabo un programa de cambio de inspiración social-demócrata, vale decir, de izquierda moderada. Ocultó sus verdaderas intenciones, consistentes en provocar en Colombia una revolución comunista inspirada en los postulados del castro-chavismo.
El éxito de la social-democracia en Europa occidental radicó en entender que una sana política debería consistir en poner de acuerdo a los sectores público y privado en el fomento del crecimiento económico y una gestión razonable del desarrollo social tendiente a mejorar el nivel de vida de la población.
En una entrevista que dio hace algún tiempo Gorbachov éste reconoció que el comunismo había fracasado en la Unión Soviética y, en cambio, la fórmula ganadora que aspiraba a imponer en su país era la de la social-democracia europea, inspirada en los que el fanático Lenin llamaba con desprecio los «social-traidores».
En un país como el nuestro es desde luego necesaria la acción social del Estado para proteger a las capas más débiles de la sociedad y reducir las excesivas desigualdades mediante adecuadas políticas económicas, que es lo que se echa de menos bajo el desgobierno imperante.
Leí hace poco en un interesantísimo libro que se publicó hace años acerca de las relaciones entre el Derecho, las Ciencias Humanas y la Filosofía, un certero apunte del sabio profesor francés Marcel Prélot, que reclamaba en lo concerniente a las políticas sociales «menos oratoria y más laboratorio» («Le Droit, las Sciences Humaines et la Philosophie», Vrin, Paris, 1973).
Nuestro Líder Galáctico perora sin ton ni son sobre lo divino y lo humano, pero su comprensión de los hechos socio-económicos es irrisoria. Cree torpemente en la magia de la palabra e ignora sin recato las realidades que debe enfrentar.
Recuerdo de nuevo una conversación que tuve hace años con el apreciado maestro Harold Martina, en la que trajo a colación que Rossini decía que sólo hay dos clases de música: la buena y la mala. Lo mismo cabe afirmar acerca de las políticas: las hay buenas y las hay malas.
La buena política parte del conocimiento adecuado de la realidad social sobre la que se pretende actuar, a sabiendas de que los medios suelen ser poco confiables y los resultados siempre serán aleatorios. De ahí que la regla de oro para gestionarla sea la prudencia. Pero esta es una virtud imposible para un exaltado como el que tiene hoy a su cargo los destinos de este desventurado país. Con razón se ha dicho de él que es «arrogante, ignorante e incompetente».
A la política de bienestar social que pretende llevar a cabo este desgobierno hay que aplicarle la lupa más severa, pues so pretexto de beneficiar a los más necesitados se están dando muchas veces alivios irrazonables y hasta contraproducentes, amén de la pavorosa corrupción cuyas dimensiones apenas ahora se están descubriendo.
Es escandaloso, por decir lo menos, el comportamiento presidencial en torno de lo que ya se sabe sobre la UNGDR. Recomiendo a mis lectores que sigan con atención la entrevista registrada hace poco en «El Reporte Coronell», en la que el titular del poder ejecutivo parece dar a entender que el problema es de otros y no puede ser atribuido a su deficiente gestión. Vale la pena recordar que en Derecho las responsabilidades suelen recaer sobre quienes incurren tanto en la «Culpa in eligendo» como en la «Culpa in vigilando». Una y otra apuntan inequívocamente hacia el jefe del Estado, a quien le resbala lo del «cónclave» que denuncian López y Pinilla (vid. https://www.youtube.com/watch?v=2kk6rKVhYfs).
En lugar de introducir correcciones a su desastrosa gestión en todos los ámbitos, sus delirios ideológicos lo llevan a adoptar actitudes cada vez más cerradas que hacen del todo inviable el gran acuerdo nacional que convendría gestionar con miras a resolver los gravísimos problemas de todo orden que estamos padeciendo. Todo indica que le apuesta al caos para así crear las condiciones propicias para una revolución.
¿Cuál podría ser, en efecto, el panorama electoral dentro de dos años, con una fuerza pública debilitada, desmoralizada y humillada, incapaz por ello de enfrentar a los delincuentes que cada día copan más espacios, muy probablemente con la complicidad de un desgobierno que ha olvidado que su primera obligación constitucional es garantizar el orden público en todo el territorio nacional y restablecerlo cuando fuere turbado?
Como dice por ahí un tangazo, estamos «en carne propia sintiendo lo triste que es ir viviendo, viviendo a suerte y verdad». Vid. https://www.todotango.com/musica/tema/1339/A-suerte-y-verdad/; A suerte y verdad (youtube.com).
Jesús Vallejo Mejía
Publicado: junio 10 de 2024