El escándalo de corrupción de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo -UNGR- es una causa más del deterioro moral que padece la nación, corrompida por donde se le examine. Una nación inescrupulosa, inmoral, y sin vergüenza alguna.
Como la memoria de este país es nula, toca recordar que la UNGR es hija del Fondo de Adaptación, otra entidad que trafica con la necesidad de la gente con el cuento del cambio climático. Esas dos entidades, y otras, como el nuevo Ministerio de la Igualdad, son el resultado de la eterna capacidad que tenemos para discursar y robar desde cargos públicos sin que se resuelvan los problemas estructurales de la gente pobre y vulnerable.
Olmedo y Esneyder llegaron a esos cargos porque tienen dos cualidades poderosas para llegar a los cargos públicos, hacer caso y ser cómplices. Así lo afirmaron. Este escándalo es más ruidoso porque “el petrismo y el progresismo” afirmaron durante más de una década que ellos eran diferentes, además, ejercieron rabiosamente como prefectos de la moralidad pública durante los anteriores gobiernos.
Lo rescatable de este escándalo es probar que la corrupción no es un problema de cierto sector político o ideológico, es un problema de la nación, de la gente. Las sorpresivas declaraciones de Esneyder, quien pretende ser cobijado con el beneficio del principio de oportunidad, es una prueba más de que no existe límite para inmiscuirse en entramados delincuenciales como el que sucedió en la UNGR porque finalmente me tapo de dinero, negoció con la justicia, y chao el asunto.
¿Pero a quiénes le hacen caso y de quienes son cómplices estos dos personajes minúsculos? del sistema, del estauo, del que tanto habló Álvaro Gómez.
Nuestro sistema democrático y electoral, esta diseñado para que el poder del dinero sea el que se imponga en las urnas y en el ejercicio del gobierno. Es cierto que somos una nación beligerante y con una profunda vocación democrática, pero también es cierto, que el poder del dinero es el que define alcaldías, gobernaciones, concejos, asamblea, y por supuesto, la presidencia.
En todas las entidades públicas, en toda la estructura democrática, en todo el estatuo quo, existen Olmeos y Sneyders, necesarios para que las ideas, los argumentos, la contradicción, la decencia y pulcritud, sean temas irrelevantes en nuestra democracia.
Yo no soy de la secta fanática que pretende hacer creer que el petrismo es corrupción, soy de la tesis de que el petrismo tenía el deber histórico de comportarse como lo prometieron en campaña, el deber de ser diferentes, pero terminaron compitiendo y siendo peores que los que habían pasado por la UNGR y por el gobierno.
Publicado: mayo 15 de 2024