Que el paroxismo que se despierta en los opositores a Petro, por cuenta de las delaciones de Olmedo López y Sneyder Pinilla, no haga que se pierda la perspectiva.
Los ex directivos de la UNGRD no son unos ciudadanos arrepentidos que, con sus confesiones, estén buscando la redención y el perdón social. No.
Son hampones de la peor calaña, enriquecidos fabulosamente durante los pocos meses que tuvieron el control de la entidad encargada de administrar los billonarios recursos que deben ser destinados para atender las calamidades que afectan a los ciudadanos.
Es maravilloso que hablen, que confiesen sus fechorías, que delaten a sus cómplices, que cuenten quiénes, además de ellos, se quedaron con el dinero robado, pero eso no los exime de ser repudiados y señalados por la opinión pública.
Si Olmedo López y Sneyder Pinilla abrieron el pico y están cantando como un par de canarios, es porque fueron agarrados con las manos en la masa, porque el descarado saqueo perpetrado bajo la sombrilla de la cuestionada adquisición de los carro tanques para el departamento de La Guajira, fue oceánico.
Que nadie se llame a engaños. Las delaciones que están conociéndose no son fruto de una reflexión ni de un acto de arrepentimiento, sino de un cálculo puramente jurídico, debidamente planificado por los abogados de esos malhechores, los hermanos Moreno Rivera.
El derecho es una profesión liberal y no es prudente confundir al abogado con el cliente. Todo el mundo tiene derecho a una defensa, y eso no tiene discusión de ninguna naturaleza.
Pero no es menos cierto que por el talante del abogado, se conoce al procesado, y Sneyder Pinilla libremente decidió otorgarle poder a Gustavo Moreno, el cafre que hizo las veces de columna vertebral del denominado “cartel de la Toga”. El primer medio en develar las andanzas delictivas de ese sujeto fue, precisamente LOS IRREVERENTES, años antes de que estallara el escándalo que desembocó en su encarcelamiento y extradición a los Estados Unidos.
Moreno cumplió las sanciones impuestas por los las autoridades norteamericanas y colombianas. En apariencia no tiene, que se sepa, deudas pendientes con la justicia y, en consecuencia, tiene derecho a ganarse la vida como mejor pueda. Pero la sociedad y los medios de comunicación también están habilitados para refrescar el pasado delincuencial de ese abogado que, en sana lógica, debió haber sido inhabilitado de por vida para ejercer su profesión. Pero ese es otro debate que, seguramente, se dará en el inmediato futuro.
Los bandidos sólo son leales cuando están delinquiendo. Tan pronto sienten la mano de la autoridad sobre su humanidad, empiezan a delatar, a buscar la manera de salir lo mejor librados del problema en el que se metieron. Y eso es lo que está sucediendo en el mega caso de corrupción que ha estremecido a la opinión pública colombiana, con una salvedad que llama poderosamente la atención: la condescendencia de López y Pinilla con Gustavo Petro.
Tan pronto salió de la diligencia en la Fiscalía General de la Nación, Olmedo López, con cara de cordero degollado, extendió unas “sentidas” excusas al presidente de Colombia.
El régimen colombiano es una feria del crimen. Llegaron al poder con una consigna: reventar la democracia y saquear las arcas públicas.
Desafortunadamente, el caso no tiene pinta de avanzar en la justicia. Para la fiscal Camargo, que no lleva ni 100 días en el cargo, ese asunto es un encarte y pasará lo mismo que en Odebrecht: esperar a que la espume baje, y rogar para que brote una nueva crisis para que el asunto quede en el olvido. Sabiamente Álvaro Gómez decía que en Colombia todo es importante, pero nada es trascendental.
Publicado: mayo 9 de 2024