El castillo de Marroquín

El castillo de Marroquín

Con la boca muy grande, el presidente Petro asevera, en referencia al célebre Castillo de Marroquín que “Este castillo lo hizo el hijo del expresidente Marroquín dicen (sic) que con los sobornos de la entrega de Panamá. Un castillo como impostura de una élite corrupta que se cree falsamente aristócrata, cuando en realidad fue esclavista. El gobierno del cambio entregará este castillo a la Universidad Pedagógica para que se eduquen los maestros y maestras de las próximas juventudes”.

Se identifica una importante colección de mentiras en la publicación del demagogo Petro. No está de más hacer un breve repaso de la historia.

José Manuel Marroquín, usurpó el poder el 31 de julio de 1900, cuando lideró un golpe contra el presidente legítimo, don Manuel Antonio Sanclemente, un venerable anciano al que la historia colombiana no le ha rendido los honores que merece. En su momento, Vargas Vila dijo que “Sanclemente era una de esas personas que tiene el don de merecer la estimación, sin alcanzar a despertar la admiración de sus conciudadanos. Era uno de esos hombres en quienes la virtud es la dignidad, y en quienes las dignidades no añaden nada a esa virtud”.

El doctor Sanclemente, elegido para el sexenio -originalmente la Constitución de 1886 estableció que los periodos presidenciales eran de seis años- comprendido entre 1898 y 1904, asumió el poder a los 85 años, en reemplazo de Miguel Antonio Caro.

Su vicepresidente fue el señor Marroquín.

Por cuenta de su frágil salud -Sanclemente es el presidente más viejo de la historia colombiana- no pudo asistir a su posesión, razón por la que el acto protocolario fue atendido por Marroquín. Al sentirse un poco mejor, Sanclemente emprendió el viaje desde Buga hacia Bogotá para efectos de ejercer el mando desde la capital colombiana. 

El viaje fue una odisea. El presidente tuvo una grave recaída por la que estuvo a punto de morir. La caravana se vio forzada a detenerse en el municipio de Villeta, a pocos kilómetros de Bogotá.

Por recomendación médica, se decidió que el presidente se estableciera en el municipio cundinamarqués, para que desde allí atendiera los asuntos del Estado. El clima y la altura eran favorables para el anciano presidente.

Para facilitar el ejercicio de la administración, se elaboró un sello con su firma, el cual fue depositado en manos del vicepresidente Marroquín, con el mandato de que él escribiera los actos administrativos y los sellara con la firma del titular del poder Ejecutivo. 

El felón Marroquín deshonró el voto de confianza de Sanclemente, y se concentró en identificar aliados para dar un golpe de Estado. ¡Cuántas páginas de la historia de Colombia están redactadas con la inmunda tinta de la traición!

El 31 de julio de 1900, un piquete de innobles soldados ingresó a la fuerza al caserón donde habitaba el presidente Sanclemente. Derribaron la puerta del dormitorio donde descansaba el comandante legítimo de la Fuerza Pública. Los insurrectos sacaron a empellones al desconcertado presidente quien fue recluido en un sucio y oscuro depósito. Para humillarlo aún más, lo golpearon con las culatas de sus fusiles, lo escupieron y lo insultaron. El doctor Sanclemente les sostuvo la mirada. Guardó silencio y asumió con humildad cristiana la infeliz iniquidad a la que estaba siendo sometido. Murió dos años después. 

Petro debería estudiar algo de historia y confirmaría que Marroquín era un canalla, un malvado y un desalmado, pero no un corrupto. Su único hijo Lorenzo María, tampoco lo fue. 

Y si de hablar de hijos de presidentes de Colombia corruptos se trata, Petro debería pasar de largo y guardar silencio porque el problemita que tiene en casa, por cuenta de su “hijo no criado”, es del tamaño de una catedral. 

Volvamos a Marroquín. Aunque fue un lector empedernido, jamás pudo escribir bien. Miguel Antonio Caro, gran filólogo, dijo que la obra “El Moro”, escrita por Marroquín, es “tan perfecta, tan humana y tan ajustada a la realidad, que se necesita haber sido caballo para escribirla”.

Marroquín nació y creció en Yerbabuena, lugar en el que se construyó el castillo que ha vuelto a llamar la atención de los colombianos por cuenta del anuncio de Petro. La obra fue dirigida y supervisada por su hijo Lorenzo. 

Según los registros históricos, la edificación del castillo empezó en 1896, dos años antes de que Sanclemente y Marroquín fueran elegidos como presidente y vicepresidente de la República, y culminó a comienzos 1898.

En palabras de Petro, el castillo se hizo con “los sobornos” de la “entrega de Panamá”. Los tiempos desmienten al mandatario colombiano: la obra fue terminada meses antes de la elección de Marroquín como vicepresidente de la República; dos años antes de que usurpara el poder, cinco antes de que Panamá declarara su independencia -el istmo no fue “entregado” como asegura Petro-, y 25 años antes de que Colombia empezara a recibir la indemnización de los famosos U$25 millones de dólares acordados en el tratado Urrutia-Thomson. 

Cuando los Estados Unidos empezaron a desembolsar esos recursos, habían pasado 15 años de la muerte del expresidente Marroquín y 5 de la de su hijo Lorenzo. El primero murió en su biblioteca, rodeado en compañía de buenos libros y malos recuerdos, y el otro en Londres, vilipendiado y cargando el peso de la vergüenza y el deshonor por haber urdido el plan que desembocó en el miserable golpe que su padre le dio al presidente Sanclemente. 

Los Marroquín, padre e hijo, fueron malas personas, pésimos políticos, pero no existe evidencia alguna que indique falta de decoro y de transparencia en el manejo de los recursos públicos. No se puede decir lo mismo de Petro y su prole. 

La historia es una sola y los hechos son inequívocos. Petro no puede Continuar siendo mediocre hasta en sus salidas demagógicas. Señala a los Marroquín de “esclavistas”, ignorando que la esclavitud fue abolida en Colombia en mayo de 1851, cuando el expresidente Marroquín tenía 24 años y aún faltaban cuatro para que Lorenzo naciera. 

No sobraría que alguno de los asesores de la presidencia le recomendara la lectura de libros distintos a los de Gustavo Bolívar. El mundo de las letras no se acaba con las publicaciones de ese zascandil.  

Sobre el gobierno de Marroquín, la separación de Panamá, la indemnización y demás detalles relacionados con ese episodio de la historia de Colombia existe una amplísima bibliografía a la que Petro podría acceder: Los sueños de Luciano Pulgar del expresidente Marco Fidel Suárez; Sanclemente, Marroquín, el liberalismo y Panamá de Otto MoralesThe path between two seas de David McCullough; Panamá y su separación de Colombia de Eduardo Lemaitre, y Con ardientes fulgores de gloria de Juan David Morgan. 

@IrreverentesCol

Publicado: mayo 15 de 2024