Fundado en 1653, el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario es, sin duda ninguna, un patrimonio académico e intelectual con el que cuenta Colombia.
Fue allí donde se gestó la independencia. Por su benemérito claustro han pasado los más importantes ciudadanos que con su inteligencia y talento le han aportado al desarrollo del país.
Como cualquier organización humana, el debate siempre ha estado presente. La Universidad no solo no lo silencia, sino que lo promueve.
Pero lo que está sucediendo ahora, cuando un grupo de fundamentalistas de la extrema izquierda se está encargando de destrozar la reputación del Rosario, tendiendo mantos de duda sobre la solvencia financiera y la honorabilidad del rector del centro académico, es francamente inaceptable.
Las universidades privadas, bajo el modelo que existe en Colombia, jamás podrán sentirse holgadas económicamente. Todo lo que ingresa se reinvierte y, en virtud de las crecientes exigencias en términos de calidad, no hay ni habrá recursos suficientes para satisfacer las demandas de los estudiantes.
No hay un solo centro de educación superior privado en Colombia que pueda subsistir y crecer única y exclusivamente con los recursos que percibe por concepto de las matriculas. Por eso, quien ocupe el cargo de rector, además de gozar de reconocimiento académico, debe ser un gran gestor de recursos.
Los gastos innecesarios, la nómina abultada y los lujos deben ser abolidos, tareas en las que el actual rector Alejandro Cheyne ha sido absolutamente eficaz.
Valga recordar que, en el pasado reciente, hubo rectores que utilizaron el presupuesto rosarista para agasajar a amigos. Como prueba de ello es el indignante caso de la oscura exfiscal Viviane Morales Hoyos quien, luego de salir por la puerta trasera de la fiscalía general de la nación, fue favorecida con un multimillonario contrato -corbata- asignado a dedo por quien era el rector de la época, el cuestionado Hans Peter Knudsen.
La JEP también está metiendo sus sospechosas manos en la crisis del Rosario. En efecto, la malhadada jurisdicción le está pasando la factura al rector, quien tomó la sensata decisión de acabar las licencias a favor de aquellos que, ejerciendo como magistrados de ese ente, continuaban como profesores de la facultad de Jurisprudencia, licencia que podía extenderse hasta por 5 años. Una verdadera iniquidad a la que, enhorabuena, se le puso punto final.
Cheyne cortó de raíz las nóminas paralelas y las erogaciones innecesarias con el fin de concentrar las inversiones en lo que realmente le genera valor a Universidad: formación de catedráticos, ampliación de la frontera del conocimiento, tecnología, convenios internacionales y demás.
En El Rosario se exalta la excelencia y se reconoce el esfuerzo. Su fundador, fray Cristóbal de Torres estableció una figura que hoy, tres siglos y medio más tarde, continúa siendo vigente y admirable: los 12 mejores estudiantes, que son honrados con el título de ‘colegiales’, tienen la responsabilidad de elegir al rector. No hay figura más democrática y transparente que aquella.
Pero los revoltosos que lideran la zambra que hoy se registra, demandan la ampliación de los organismos de decisión. ¿Pretenden que el gobierno de la Universidad quede en manos de los que arengan y no de los que sobresalen por su inteligencia, dedicación y compromiso?
Sin caer en teorías conspirativas, resulta muy sospechoso el desarrollo de los acontecimientos. Primero, una barahúnda tipo “primera línea”, con actos de vandalismo y acciones intimidatorias, seguidas de mentiras y desinformaciones en redes sociales y publicaciones sesgadas, cuando no mentirosas, en medios de comunicación. Y acto seguido, que es lo más preocupante, la intervención del ministerio de Educación petrista, a través de una visita que enciende todas las alarmas pues, además de innecesaria, es abiertamente violatoria del principio constitucional de la autonomía universitaria.
Los rosaristas tienen el deber de defender a su Universidad. Una caterva de insensatos y extremistas no pueden imponer su voluntad a través de las vías de hecho. No existen evidencias de malos manejos por parte del Rector, ergo lo único que procede es decretar un apoyo irrestricto a su administración, un respaldo incontrovertible a la colegiatura y un rechazo inequívoco a la intervención del gobierno en esta crisis.
Publicado: abril 17 de 2024