Las creencias religiosas, especialmente las de los cristianos y en particular las de nosotros los católicos, son difíciles de asimilar para los devotos del racionalismo, que sólo aceptan lo que se ciñe rigurosamente a los cánones de la racionalidad.
¿Qué es, empero, lo racional?
El común de la gente suele ignorar los profundos debates filosóficos que surgen alrededor de esta pregunta crucial.
Bien se sabe que la cuestión se planteó en la Grecia clásica para abordar otra de graves connotaciones, la del mito. Se cuenta que Tales de Mileto desafió la creencia mítica acerca de los eclipses demostrando que uno de ellos se produciría por causas naturales, para lo cual, a partir de la descripción de la trayectoria de la luna respecto del sol, era previsible que el fenómeno ocurriera. La especulación filosófica, fundada en la racionalidad, fue desarrollándose a expensas de la mitología reinante en las mentalidades colectivas. Se aplicó a escudriñar las ideas admisibles y las que constituían meras opiniones carentes de fundamento ante el tribunal de la razón. El debate se extendió a las creencias religiosas y morales, al ordenamiento político, a los fenómenos naturales, a la condición humana y, en últimas, a lo que siglos después Ortega llamó la realidad radical, aquélla sobre la que todo se asienta y da razón de lo existente. Se ha pensado que nuestras facultades intelectivas correctamente puestas en acción pueden ofrecernos respuestas convincentes acerca de todo ello. El presupuesto lógico, tal como lo advirtió Aristóteles, es la concordancia de nuestra racionalidad con la que ordena el mundo.
Hace un tiempo leí en un sitio de filósofos españoles llamado Boulé que la cuestión de la racionalidad no es pacífica y da lugar por lo menos a cuatro tendencias, a saber:
-Racionalidad de la mente humana y racionalidad del mundo.
-Racionalidad de la mente humana e irracionalidad del mundo.
-Irracionalidad de la mente humana y racionalidad del mundo.
-Irracionalidad de la mente humana e irracionalidad del mundo.
Los que Ricoeur ha llamado «maestros de la sospecha» (Marx, Nietzsche, Freud), cuya influencia en el pensamiento contemporáneo es avasalladora, han desatado esfuerzos críticos de la racionalidad tal como se la había entendido a lo largo del pensamiento filosófico precedente que se acuñó a lo largo de los siglos (vid. https://www.academia.edu/33229366/Maestros_de_la_sospecha). No en vano es frecuente habla en los tiempos que corren acerca de la crisis de la racionalidad (vid. (99+) LA CRISIS DE LA RAZÓN: DE LA FILOSOFÍA DE LA CONCIENCIA A LA FILOSOFÍA DEL LENGUAJE The Reason Crisis: From the Philosophy of Consciousness to the Philosophy of Language Cuestiones de filosofía | Carlos Eduardo Rojas Rojas – Academia.edu).
Bien miradas las cosas, la racionalidad es una categoría compleja. El punto de partida para examinarla es la mente humana, considerándola como una categoría psicológica. Pero el riesgo del psicologismo lleva a catalogarla como una categoría lógica, vale decir, ideal. Yendo más allá, se la concibe como una categoría cosmológica, pero las dificultades que suscita su examen conducen a que se la mire como una categoría cultural y, en últimas, histórica, De esta suerte, el pensamiento actual tiende a desconectarla de la realidad, que era el supuesto de la gran metafísica tradicional.
¿Podemos identificar, como creía Kant, una razón pura? En realidad, la fábrica de ideas que funciona en nuestra mente trabaja con elementos muy variados y complejos. Admitiendo que su punto de partida es la sensación, a la que Hume le asignaba enorme importancia, el vuelo del espíritu no se ancla en los datos brutos que aquélla le suministra, sino que otea otros mundos y trata de inteligirlos, vale decir, leer en su interior. ¿Qué papel juegan en ello los sentimientos, la imaginación, los sueños, la voluntad misma y, en últimas, la fe? No lo sabemos en detalle, pero intuimos que incluso las más profundas y atrevidas hipótesis científicas vienen coloreadas de elementos subjetivos y hasta circunstanciales. Lo de la célebre manzana de Newton «se non è vero, è ben trovato».
Ello significa que nuestras facultades intelectivas pueden ser más amplias que lo que creen los epistemólogos y que limitar la realidad exclusivamente a lo que a través de la sensación nos ofrecen los datos sensibles equivale, en rigor, a amputarla. Esos datos nos ilustran sobre algo más amplio, como sucede con las relaciones o las magnitudes matemáticas. Y si de hechos tangibles se trata, ¿qué hacemos con nuestra conciencia? ¿No los trasciende? ¿No es algo irreductible a ellos? ¿Podemos afirmar hoy, como lo hacía un materialista vulgar del siglo XVIII, que «la mente secreta pensamientos, como la caña miel»? (vid. ia902205.us.archive.org/13/items/lhommemachine00lame/lhommemachine00lame.pdf). ¿Podemos reducir nuestras ideas a epifenómenos cuya realidad se reduce a los procesos físico-químicos que las acompañan en nuestros cerebros?
La realidad es más rica que lo que nos muestra la materia pura y dura. Su observación nos conduce a pensar en otros mundos que la trascienden, es decir, en una esfera sobrenatural que interactúa con ella y puede manifestarse, por ejemplo, a través de milagros y experiencias espirituales, así como en eventos parapsicológicos.
En otras ocasiones me he referido a un interesante libro de Jean Guitton, «Lo Absurdo y el Misterio», que ilustra sobre esos dos límites opacos dentro de los que se mueve nuestra racionalidad. Lo que ésta declara absurdo quizás encuentre cobijo en ese ámbito infinito de lo misterioso. lo que se vela a nuestra razón, pero, como lo dijo alguna vez el notable compositor inglés Sir John Tavener, puede revelarse al órgano intelectivo del corazón reservado a quienes tienen fe (vid. Sir John Tavener | Inspiration, Composing and Performances). Es una idea que puede encontrarse en San Agustín, Pascal y Dostowieski, entre otros.
Creo haberme referido en otras ocasiones al impacto que me produjo cuando hace muchos años leí por primera vez en «Los Hermanos Karamazov» el diálogo del staretz Xósima con una dama que dudaba de la existencia de Dios. Para cerrarlo, le dijo el monje (cito de memoria):»Ame, ame profundamente, ame hasta el exceso; no le quedará duda, entonces, de la existencia de Dios» (vid. Del Stárets Zosima a Aliosha Karamázov: Dostoievski y su modelo de ‘hombre nuevo’’ – Dialnet (unirioja.es).
En estos días santos conviene volver sobre el Evangelio de San Juan en la parte que dice «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn. 3:16). Vid. Juan, 3 – La Biblia de Jerusalén – Bíblia Católica Online (bibliacatolica.com.br).
Es el gran misterio del amor y la misericordia infinitos de Dios lo que invocamos en esta Semana Santa. Nada menos que nuestra redención y el perdón de nuestros pecados, junto con la presencia viva de nuestro Redentor en la Sagrada Eucaristía, que nos llena de gracia y fortaleza para perseverar en el camino que hacia Él nos conduce.
Jesús Vallejo Mejía
Publicado: abril 1 de 2024