Como era previsible, ante el fracaso de la agenda legislativa del Gobierno, Petro encaminó todos sus esfuerzos en sacar adelante una constituyente. Un proceso complejo que puede sumir al País en un verdadero escenario de violencia y que se avizora como el único camino para que la izquierda no suelte el poder en 2026.
Aunque muchos han dicho que los tiempos no le dan y que el Gobierno no tiene mayorías en el Congreso para impulsar la ley que convoca a la asamblea, lo cierto es que el panorama no es tan sencillo como parece. Una constituyente implica tumbar el régimen jurídico actual para instaurar uno nuevo, por lo que se parte de la premisa de desconocer el proceso de reforma preestablecido.
Esto significa que el Gobierno no va a acudir al Congreso ni va a seguir el procedimiento actual, tal como ocurrió en 1991. En ese entonces, se utilizó el estado de sitio para promover la constituyente mediante decretos legislativos. No se respetó al legislativo ni mucho menos al mecanismo de reforma vigente en ese entonces, así como sucede en todos los procesos de esta naturaleza.
Y eso es algo que tienen más que claro en la Casa de Nariño. Petro no necesita que la clase política le aplauda su propuesta, sino tener de su lado a la base que lo llevó al poder, ahora organizados bajo la figura de cabildos populares. Y para eso puede promover un paro mucho más radical que el de 2021, dado que ahora tiene a su favor varios billones en caja que no ha ejecutado el Gobierno para financiar a la minga y la primera línea, al mismo tiempo que los grupos armados están felices y fortalecidos al disfrutar las 230.000 hectáreas de coca mientras las Fuerzas Militares están maniatadas. Así, incendiará al País para justificar la convocatoria, movilizando las masas y paralizando las ciudades en nombre de un falso cambio.
El gran riesgo de todo esto es que las constituyentes se sabe donde inician, pero nunca donde terminan. Al ser la expresión más pura del poder soberano no están sujetas a ningún tipo de límite y pueden modificarlo todo, desde el modelo económico hasta la composición del Congreso, las Cortes y, por supuesto, la reelección o la extensión del mandato presidencial.
Y esto es algo que también tienen claro en Palacio. Por eso, hábilmente publicaron un ABC indicando que la constituyente solo se desarrollaría en torno a seis puntos para apaciguar los ánimos y calmar las preocupaciones. Cuánta mentira. Como ocurrió en 1991, y ocurre en todo proceso de esta naturaleza, lo primero que hace la constituyente es desconocer el temario que la convoca.
Y tampoco tranquiliza la pelea del Gobierno con Thomas Greg, la empresa dueña del software de las elecciones. Después de ser los mejores amigos durante la discusión del Código Electoral, ahora los persigue a través de la Superintendencia de Industria y Comercio. ¿Acaso está negociando Petro la licitación de los pasaportes, que vale $1 billón, con el manejo del software para la constituyente? Al fin y al cabo, ningún Gobierno se aventuraría a promover una constituyente si no tiene las mayorías garantizadas.
No sé si el Gobierno logre la constituyente, quizás no, pero lo cierto es que va a hacer hasta lo imposible para impulsarla, así eso signifique incendiar al País peor que como lo vimos en el paro del 2021.
Publicado: marzo 20 de 2024