En algotra oportunidad he recordado que Napoleón decía que el funcionario más poderoso dentro del Estado es el juez de instrucción, vale decir, en términos actuales, el fiscal general.
Tenía toda la razón, pues si bien sus poderes son limitados, resultan decisivos para las libertades públicas. A él le corresponde investigar los delitos y formular las acusaciones pertinentes. Controla las probanzas, las orienta, decide en primera instancia sobre su mérito. Al que quiera exonerar, lo libera; a quien se proponga encartar, lo abruma.
La civilización política procura que quien ocupe ese cargo actúe de manera independiente, imparcial y profesional. Por eso en nuestro ordenamiento constitucional se dispuso que en su elección participe el Presidente proponiéndole una terna a la Corte Suprema de Justicia para que sea este cuerpo colegiado el que tome la decisión final, previo escrutinio de los ternados.
Este modus operandi ha sufrido varias vicisitudes a lo largo de la vigencia de la actual Constitución Política. Hace poco el exfiscal Gómez Méndez propuso que más bien la terna la presentara la Corte para que el Presidente eligiera. Creo que sería una buena fórmula, pues lo que no consideraron los constituyentes de 1991 fue la posibilidad de que el autor de la terna tuviera intenciones ocultas y poco encomiables al proponerla.
Es lo que podría estar ocurriendo ahora, dado que quien nos desgobierna parece tener tres propósitos nada decentes para lograr que la Fiscalía quede sometida a su control, a saber:
-El favorecimiento a sus allegados que están bajo investigación y acusación de la Fiscalía en la actualidad.
-Contar con una Fiscalía favorable a su muy oscura política de «paz total».
-Servirse de ella como ariete para perseguir a sus opositores.
A nadie escapa que quien nos desgobierna no es «progresista», como suele autodenominarse, sino un comunista irredento que oculta sus verdaderos propósitos bajo un manto de supuesta pulcritud.
No se discute que las damas que ternó para que la Corte elija una de entre ellas para ocupar el cargo que Napoleón consideraba como el más poderoso dentro del Estado exhiban la solvencia profesional requerida para el efecto. Pero sus respectivas trayectorias suscitan dudas sobre la independencia que tendría frente a quien las postuló y la imparcialidad que tan alta posición exige.
Todas ellas aparecen como allegadas a su postulador o a su ministro de Defensa. Además, sus antecedentes indican su animadversión contra la fuerza pública y sus simpatías por los subversivos. Es dudoso que sean imparciales y tengan el carácter que se requiere para frenar los ímpetus de nuestro tirano en ciernes.
Puede que no sean comunistas, pero al parecer han obrado como compañeras de ruta de los mismos. Y esas afinidades ideológicas y políticas traen a la memoria a Vishinski, el tristemente célebre fiscal general de la URSS entre 1935 y 1939, que llevó a cabo los fatídicos procesos de Moscú enderezados a liquidar a quienes la paranoia de Stalin identificaba como sus enemigos (vid. Andréi Vyshinski – Wikipedia, la enciclopedia libre).
No olvidemos que nos desgobierna alguien que, según se menciona en las redes sociales, parece exhibir síntomas de paranoia y otros desequilibrios mentales, Si la Corte cede a las presiones orquestadas por una poderosísima superestructura internacional a la que quizás sirve nuestro Líder Galáctico, según lo denunció el periodista Nicolás Morás hace algún tiempo, nuestras libertades quedarán a merced de un cenáculo comunista que hará entre nosotros lo que ya hemos presenciado en Cuba, Venezuela o Nicaragua.
El émulo de Chaves que nos desgobierna no escatima oportunidad para tildar de nazis a sus opositores, pero si alguien exhibe analogías con esos monstruos es él mismo. Su discurso copia las fórmulas de Goebbels, tales como afirmar sin pausa mentiras con el ánimo de que la opinión pública las asuma como verdades.
Así lo venimos viendo en su campaña de injurias y calumnias contra el hoy exfiscal Barbosa y la fiscal encargada Mancera, a quienes acusa sin pruebas creíbles de haberse puesto al servicio de las mafias de narcotraficantes.
Si la Corte Suprema de Justicia se hinca ante quienes la presionan para que elija una de las candidatas del castrochavismo local, la justicia entre nosotros quedará en veremos. Muchos correremos la suerte del expresidente Pastrana, querellado por denunciar unos posibles entendimientos entre el gobierno y los narcotraficantes.
Jesús Vallejo Mejía
Publicado: febrero 15 de 2024