Persiste una gran inquietud en el Alto Gobierno por tener un fiscal general de bolsillo para quitarse de encima el fantasma de la destitución.
Como en el país no pasa mayor cosa en materia judicial cuando un imputado tiene algún poder y medios para dilatar los procesos, cualquiera pensaría que en el Palacio de Nariño no habría la menor preocupación sobre las investigaciones contra Gustavo Petro y su gente, pero hay que concluir que el trasnocho es mucho al ver el desespero que existe en el Alto Gobierno por tener un fiscal general de bolsillo para quitarse de encima el fantasma de la destitución.
Porque esa es la pata que le nació al cojo: nadie cree que los indicios existentes de haber violado los topes de financiación de la campaña, a pesar de ser muy claros, vayan a servir para mandar a Petro y Francia a sus casas, sobre todo porque siempre habrá un Heine (Mogollón) que se preste para echarle tierrita al asunto, y eso se demuestra al constatar que la acusación y los documentos con las pruebas duermen el sueño de los justos en la Comisiones de Acusaciones de la Cámara de Representantes hace más de un año sin que hasta ahora los honorables congresistas se hayan animado a abrir el proceso. ¿Será, por cierto, porque ellos mismos sospechan que no llegarían a ningún Pereira?
De todas maneras, en la Casa Presidencial el temor persiste, tanto que le revivieron una embajada completica a Armandito Benedetti, a pesar de su asombrosa ineptitud para todo lo que sea distinto a delinquir y tirar vicio. Él dice en una grabación que consiguió 15.000 millones de pesos para la campaña presidencial de Petro y que los habrían utilizado para comprar votos en el Pacífico, sin los cuales el guerrillero no habría sido presidente. Armandito añade que sabe tantas cosas (¿más?) que si habla se van todos para la cárcel, refiriéndose al presidente y sus alfiles.
Y tiene que ser cierto. No de otra manera se explica que a Benedetti lo manden de embajador ante la FAO con un sueldo fabuloso sin cumplir con los requisitos y la preparación para ese cargo. También, el que sea una representación que no requiere beneplácito y que su sede sea en Italia, país donde Benedetti tiene nacionalidad y con el cual no hay posibilidades de extradición porque los italianos no contemplan esa sanción para sus ciudadanos. Es decir, allá se puede quedar de por vida alegando persecución y viviendo del dinero que nos ha robado a los colombianos.
No obstante, esa es apenas una de las aristas del problema con que carga el comunista que ocupa la primera magistratura de la Nación. Para las demás, la Fiscalía se constituye en el primer obstáculo para su impunidad. Hay que recordar que los roces entre el presidente y el fiscal comenzaron por las exigencias que hizo el primero en materia de liberar delincuentes, bien fueran de la Primera Línea, de bandas organizadas, de grupos subversivos o meros narcotraficantes. Ante la negativa del fiscal Barbosa, Petro se atrevió a decir que tenía que obedecer porque el presidente era el que mandaba a todos los funcionarios: ¡l’Etat c’est moi!, como si no existieran pesos y contrapesos y separación de poderes.
Eso es lo que ha hecho inviable que Nicolasito, el que no fue criado por su taita, pueda salir incólume y sin manchar la campaña de su progenitor por la presencia de dineros mal habidos del Gordo Marlboro, el Turco Hilsaca y el Clan Torres. La verdad, se necesita un fiscal muy torcido para que acepte la solicitud que hace este muchacho de que no se tenga en cuenta su primera declaración, en la que hunde al papá-presidente, por lo que hay que cambiarla como se lo indicó el mismo Petro en visita que le hizo hace meses en Barranquilla a pesar de que Nicolás tenía prohibido recibir en su casa por cárcel a cualquiera que estuviera implicado en sus denuncias. Pero así es Colombia.
En realidad, la Corte Suprema podría escoger fiscal en una tarde, mientras degustan unas almojábanas con chocolate. Pero ya es tradicional que se demoren meses en hacerlo: a Uribe Vélez le dilataron el cambio de fiscal más de 16 meses; la interinidad previa a Barbosa fue de 8 meses, la elección de Martínez Neira duró 4 meses, y así. Eso deja en claro que nadie está maniobrando contra Petro, la maquinaria del Estado funciona de esa manera.
En cambio, Petro, el del cambio, sigue siendo un guerrillero, un terrorista, un secuestrador. Lo del pasado jueves fue la segunda toma del Palacio de Justicia, perpetrada por orden del hoy presidente. Una toma extorsiva con un mensaje para toda Colombia: o hacemos lo que le dé la gana a este psicópata o manda a echarnos candela. Cada vez puede presumirse con mayor certeza que este individuo va a intentar perpetuarse como sea.
Publicado: febrero 13 de 2024