El 18 de noviembre de 1923, Adolfo Hitler inició un movimiento subversivo para derrocar el gobierno de Baviera y de ese modo dar comienzo a un proceso que aspiraba a convertirlo en amo de Alemania (vid. El «putsch» de Hitler, un golpe de Estado en una cervecería (nationalgeographic.com.es).
Para esa intentona se apoyó en las SA o Tropas de Asalto, la patrulla callejera del partido nazi (vid. SA, la patrulla callejera de Hitler (larazon.es).
El «putsch» fracasó y Hitler fuela a dar a la cárcel. Lo podrían haber condenado a muerte, pero contaba con la simpatía de sus jueces, que le impusieron una pena de prisión de 5 años que apenas cumplió durante unos meses, cómodamente instalado en la cárcel de Landsberg. El juez Neithardt, simpatizante de los nazis, lo trató con suavidad porque, según él, el acusado había obrado «con un ánimo puramente patriótico y por los motivos más nobles y desinteresados» (N.B. Cualquier semejanza de este fallo con la lenidad de la justicia colombiana para fallar sobre los subversivos es, como suele advertirse en las películas, mera coincidencia).
Este episodio, que pudo haber dado al traste con su carrera política, lo catapultó hacia el asalto del poder total.
Muy a menudo me he sentido tentado a comparar a Hitler y su trayectoria con lo de nuestro Profeta Apocalíptico y Líder Galáctico.
Traigo a colación lo que escribí en este blog el 19 de mayo de 2021 (vid. «No, sire, es una revolución» – Los Irreverentes). Lo que dicho personaje promovió con sus secuaces en ese año contra el entonces presidente Duque no fue otra cosa que un golpe de Estado.
En otras ocasiones he llamado la atención acerca de que de ese modo pudo haber incurrido en delitos tales como rebelión, sedición y asonada, amén de otros conexos con los mismos (vid. De la rebelion, sedicion y asonada | Código Penal (biblioteca.legal).
La protesta social que lideró un Comité de Paro y aparentemente tras bambalinas quien hoy nos desgobierna da la impresión de que actuó en forma tumultuaria para imponerles a las autoridades sus exigencias e incluso, según datos que son de dominio público, se propuso mediante el empleo de armas no sólo impedir transitoriamente el libre funcionamiento del régimen constitucional, sino modificar el régimen legal vigente e incluso derrocar el gobierno.
La Primera Línea no es cosa distinta de las Tropas de Asalto de Hitler. El que nos desgobierna las defiende a capa y espada, pero la justicia ha encontrado responsable a una multitud de sus integrantes de los traumáticos desmanes que tuvieron lugar a raíz de la tristemente célebre protesta social.
Desafortunadamente, la acción judicial no llegó hasta los promotores, que hoy controlan los destinos de la patria, en vez de estar sometidos a juicio por sus protervos procederes.
No dejo de pensar en lo que escribió el coronel Hernán Mejía Gutiérrez en su libro «Me niego a arrodillarme», sobre el que escribí en este blog cuando salió a la luz pública (vid. Jesús Vallejo Mejía: Me niego a arrodillarme – Los Irreverentes). Ahí se refiere a una organización clandestina que penetra distintos estamentos sociales y controla de algún modo los poderes estatales. Ello explicaría, según me parece, la impunidad que ha beneficiado a quienes gestaron el «putsch» de 2021.
Jesús Vallejo Mejía
Publicado: marzo 16 de 2024