Hay dos países, uno en Suramérica y otro en Europa, cada uno en su región que representa a la izquierda. El de Europa, que es Portugal y otro en América latina que es el Ecuador, cada uno con una extensión similar. El de allá con unos 100.000 Kms al cuadrado y el acá con unos 200 km2. Pero solamente el de acá tiene un gobernante en el exilio, Rafael Correa y el de allá tiene un gobernante que se acaba de salir, Antonio Costa, quien presentó a su sucesor, Marcelo Revelo da Costa.
A todo ello se une el papel moderador del presidente de la República, quien, tras aceptar la dimisión del primer ministro, ha convocado para este miércoles a todos los partidos políticos con presencia en la Asamblea de la República y para el jueves, al Consejo de Estado. Solo después de hablar con todos se dirigirá a la nación, previsiblemente para convocar elecciones. El mensaje a los ciudadanos portugueses es, pues, que las instituciones del país funcionan y están preparadas para afrontar esta crisis.
Antonio Costa, quien ha sido indiciado como corrupto, traficante de influencias y prevaricación en proyectos relacionados con la transición energética además de la Nacionalización de la TAP ( Transportes aéreos de Portugal), así como concesión de dos explotaciones de litio en las localidades de Montalegre y Covas do Barroso, igualmente de un proyecto de producción de hidrógeno verde en Sines.
Aquella alianza parlamentaria de la izquierda (la geringonça) nunca gustó al presidente de la República, pero antepuso la estabilidad institucional sobre sus preferencias partidistas mientras António Costa respondió con lealtad recíproca.
La sociedad portuguesa padece graves dificultades económicas y sociales, empezando por el disparado precio de la vivienda o la inflación alimentaria. Las acres desavenencias públicas entre Rebelo y Costa han debilitado su imagen con el efecto secundario de haber favorecido las expectativas electorales de la ultraderecha de Chega, tercera fuerza política ya en Portugal, y habitual beneficiaria del desgaste institucional, como sucede con la mayoría de los nacional populismos de las democracias europeas y algunas de Latinoamérica, como la Argentina.
Marcelo Rebelo de Sousa ha ejercido como contrapoder, ha forzado varias dimisiones por escándalos y en los últimos meses ha empezado a deslizar mensajes ambiguos sobre un adelanto electoral para salir del atolladero en el que parece vivir el gobierno, excesivamente refugiado en datos macroeconómicos favorables y en la buena marcha de su revolución verde.
En la Operación Influencer, que incluyó registros en la residencia oficial del primer ministro del Palacio de São Bento, la detención de su jefe de gabinete, Vítor Escária, y su amigo Diogo Lacerda Machado. Permanezco con tres estrellas lusitanas entonces: con Ronaldo, con el Fado y me quedo con la Revolución de los claveles.
Publicado: noviembre 16 de 2023