El psicópata

El psicópata

Por fin un militar colombiano tiene el coraje de contar con lujo de detalles los crímenes cometidos por Gustavo Petro durante su permanencia en la banda terrorista M-19.

En un interesante e imperdible reportaje con la revista Semana, el coronel en uso de buen retiro Cesar de la Cruz narró hechos hasta ahora desconocidos del nivel de sadismo y sevicia del actual presidente de Colombia, quien fungió como cabecilla terrorista en Zipaquirá. 

Mucho se había dicho y especulado sobre las atrocidades perpetradas por Petro, pero ninguno de los encargados de combatirlo había puesto la cara como lo acaba de hacer el coronel de la Cruz.

Cuando tenía el grado de subteniente, de la Cruz fue trasladado a la ciudad de Zipaquirá donde quedaba el centro de operaciones criminales de Petro quien, según el oficial, erigió un barrio -llamado Bolívar 83- con dineros provenientes del narcotráfico. La afirmación es en absoluto temeraria dadas las evidencias que confirman que el M-19 era, en la práctica, un brazo armado de Pablo Escobar. 

No hay duda alguna que la toma del Palacio de Justica en noviembre de 1985 fue un encargo de Escobar y de su principal socio, José Gonzalo Rodríguez Gacha. La misión: entrar a la corte suprema de justicia e incendiar los expedientes de extradición en contra de los máximos capos del llamado Cartel de Medellín y de paso asesinar a la mayor cantidad de magistrados y empleados posible. 

En su cacareada autobiografía, el presidente colombiano narra su permanencia en el M-19 como si se tratara de la experiencia de un boy socut que paseaba por los bosques mientras hacía obras sociales. 

La historia falsa de que los miembros de esa banda de hampones robaban leche para repartirla entre los pobres se repite con insistencia. Eso jamás sucedió. 

En cambio sí ocurrieron centenares de secuestros; miles de extorsiones; la violación de niñas; el asesinato de personas inermes; el robo de bancos, empresas y casas; la toma violenta de sedes diplomáticas y, por supuesto, el incendio del Palacio de Justicia con los magistrados adentro. Conductas que en su momento fueron calificadas, muy merecidamente, como “actos de ferocidad y barbarie”. 

Uno de los hechos más escalofriantes en la narración del coronel Cesar de la Cruz tiene que ver con el momento en que Petro asaltó una patrulla del ejército en una calle zipaquireña. Al mando del pelotón iba el entonces capitán Gabriel Díaz Ortiz -oficial que llegó a ser general de la República- quien fue emboscado por los antisociales. Petro se robó el arma de dotación e intentó dispararle al uniformado. Por obra de Dios la pistola no funcionó, lo que no impidió que el terrorista decidiera golpear con impiedad al capitán con la cacha del arma. El resultado: Díaz Ortiz quedó desfigurado. Fue remitido al hospital militar, centro médico en el que le fueron instaladas unas platinas. A pesar de las cirugías reconstructivas, la cara del militar quedó marcada para siempre. El autor de esa monstruosidad es que quien anda proponiendo la propagación del “virus de la vida” por toda la galaxia (¡!).

Petro es un psicópata, un criminal de la más alta peligrosidad, una persona que no observa el menor respeto por la dignidad de los humanos, un tipo capaz de cualquier cosa sin exhibir remordimiento o arrepentimiento. 

El coronel de la Cruz merece todo el respeto y la admiración por sus valientes declaraciones, las cuales, por supuesto, desatarán la iracundia del brutal Gustavo Petro, un sujeto con las manos llenas de sangre. 

Es menester rodear y proteger al oficial cuya vida está en grave riesgo. Petro, vengativo y peligroso, en aras de ajustar cuentas, ordenará la respectiva retaliación. 

Lo cierto es que ese testimonio, que es de gran valía, queda para la historia y debe servir para estimular la necesaria reflexión respecto de las consecuencias de haberle entregado el país a un genocida insensible.  

@IrreverentesCol

Publicado: septiembre 25 de 2023

Un comentario

  1. A, pero según los mamertos arrodillados ante semejante eminencia de mesías, el solo era un Robin Hood luchador por el bienestar de los oprimidos del sistema criminal y opresor, como lo era el estado colombiano

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