El 24 de febrero de 2019, cuando se desempeñaba como senador de la República, Gustavo Petro presentó una excusa médica en la que se lee lo siguiente: “Gustavo Francisco Petro Urrego. El paciente en mención valorado por mí se encuentra incapacitado por enfermedad médica BAJO MI RESPONSABILIDAD Y CUIDADO por 4 días a partir de la fecha y hasta el próximo 27 de febrero del 2019, salvo complicaciones”.
La excusa fue suscrita por el doctor Felipe Atalaya, médico psiquiatra. Los cardiólogos atienden enfermedades vasculares, los ortopedistas fracturas de huesos, los endocrinos disfunciones hormonales como la diabetes, los oncólogos el cáncer, y los psiquiatras, como es natural, los asuntos relacionados con la salud mental.
Una de las grandes asignaturas pendientes de la sociedad consiste en superar los mitos que se generan por cuenta de la ignorancia respecto de los pacientes psiquiátricos. Las estadísticas son preocupantes. De acuerdo con la confederación mental de España, los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en el mundo en el año 2030. La fecha está a la vuelta de la esquina.
Para entender la magnitud y la importancia de incorporar los tratamientos adecuados en los servicios de salud, “el 12.5% de todos los problemas de salud está representado por los trastornos mentales, una cifra mayor a la del cáncer y los problemas cardiovasculares”, asegura la confederación mencionada.
Ahora bien: es cierto que la historia clínica hace parte de la intimidad de las personas. Pero no menos lo es que la salud del primer mandatario de un país, es un asunto de interés público y, si se quiere, de seguridad nacional.
Cuando surgen las sospechas sobre la salud de un gobernante, se desatan las especulaciones y las exageraciones. En Colombia no existe una norma que obligue a que los presidentes sean sometidos a exámenes médicos y revele el resultado de los mismos.
En los años 80 del siglo pasado, buena parte de los cuatro años del gobierno de Virgilio Barco estuvieron en manos del poderoso secretario general de la presidencia Germán Montoya. La causa: el deterioro mental del presidente de la República.
En la campaña presidencial de 1972 en los Estados Unidos, el candidato a la vicepresidencia Demócrata de George McGovern, Thomas Eagleton, se vio forzado a salir del tiquete electoral cuando trascendió la noticia de que había recibido tratamiento de electrochoques para atender sus crisis de depresión.
Gustavo Petro ha negado, en contra de la evidencia y de los testimonios, padecer enfermedades mentales. En un reciente publirreportaje aseveró: “No, yo no tengo [depresión]. Eso nunca ha estado en mi existencia”.
Paralelamente, la excandidata presidencial Íngrid Betancourt ratificó que efectivamente, en una visita suya a la ciudad de Bruselas en los años 90 del siglo pasado, encontró a Petro -que fungía como segundo secretario de la embajada de Colombia en Bélgica- tirado sobre el piso, en posición fetal, sin poder hablar ni moverse.
El presidente de Colombia desaparece intempestivamente, incumple sus compromisos de agenda, no llega a tiempo a las reuniones, dura dos o más días sin que haya razón de él. Entonces no es desacertado inquirir por su estado de salud mental y determinar si sus posibles dolencias son incompatibles con las responsabilidades que debe atender en su calidad de Jefe de Estado y de Gobierno.
Así mismo, debe aclararse si puede controlar o no sus frecuentes ingestas de alcohol y el uso de drogas ilícitas. ¿Petro es lo que comúnmente se conoce como consumidor social, o padece la enfermedad incurable y progresiva de la adicción?
Lo cierto es que algo está pasando, y el deterioro de la salud mental del presidente es evidente y acelerado.
Publicado: agosto 29 de 2023
Su comportamiento deja mucho que desear. Su mitomanía permanente es incorregible, sus contradicciones abundan