Parecía una novela de ficción. El fiscal Burgos, con tono mesiánico y sobreactuado, como si estuviera en el momento más importante de la historia nacional, narró los hechos que sustentaron la imputación de los delitos de enriquecimiento ilícito y lavado de activos contra el primogénito del presidente de Colombia.
El asunto es de números y definitivamente las cifras no cuadran: Nicolás Petro percibe un salario de $13 millones de pesos mensuales y en los últimos años ha registrado gastos que sólo puede sufragar una persona que gane $200 millones al mes.
A las pruebas puramente técnicas y contables, se suma el testimonio de un testigo que aparentemente hace parte del esquema de seguridad de Petro Burgos, y que narró con lujo de detalles los movimientos y maniobras emprendidas por el investigado para mimetizar las pruebas con que cuenta la fiscalía.
El intrépido Petro llegó al extremo de evaluar la opción de huir a Venezuela, país en el que hasta hace un par de semanas estaba el corrupto Armando Benedetti Villaneda como embajador petrista.
Nicolás Petro no aceptó los cargos. Y es astuto que no lo hiciera, pues al rechazar la imputación dejaba abierta la puerta para una negociación, cosa que efectivamente sucedió.
Quizás hoy el país conozca algunos detalles de los acuerdos alcanzados entre la Fiscalía y Petro Burgos, aunque es muy posible que este asunto tome algunas semanas dada la magnitud del caso.
Ahora bien, si Nicolás Petro quiere efectivamente salir del problema, tendrá que aportar evidencias. No basta con que mencione algunos nombres. Deberá narrar con lujo de detalles qué sucedió, cuánto dinero se movió en efectivo con ocasión de la campaña presidencial de su padre, quiénes intervinieron, cuál fue el destino de los recursos y, lo más importante: si el candidato y el gerente de la campaña, Ricardo Roa -hoy presidente de Ecopetrol-, conocieron y aprobaron esas irregularidades. Igualmente, será interesante conocer qué información tiene el arrepentido Nicolás de su madrastra, la impetuosa Verónica Alcocer quien estuvo muy activa en la campaña, tal y como se evidencia en los ‘Petrovideos’ publicados en su momento por este portal.
Una de las escenas más impactantes del clásico del cine El Padrino, es la del momento en el que el antiguo socio y compañero de los Corleone, Frank Pantangeli resuelve delatar a Michael. Todo estaba organizado, pero el día de la audiencia los Corleone llevaron desde Italia al hermano mayor de Pantangeli. El mensaje era claro: la familia tiene un código de honor inquebrantable.
Pantangeli se retractó, dijo que todo lo afirmado era fruto de su imaginación. A los pocos días se suicidó en la guarnición militar en la que estaba recluido.
A las pocas horas de que Nicolás Petro anunciara su voluntad de colaboración con la justicia, el presidente Petro publicó en su cuenta de X -antes Twitter- una fotografía en la que aparecen él y su hija Sofía, medio hermana del delator Nicolás. La imagen estuvo acompañada por este mensaje: “La primera solidaridad es la familiar. Un fuerte (sic) de Sofía para Nicolás”.
¿Un mensaje cifrado al desesperado prisionero que ha quedado sin salida alguna? Lo cierto es que el ‘post’ del presidente de Colombia permite traer a colación la citada escena de El Padrino.
Los Petro no son una familia presidencial; son una banda y eso está cada vez más evidenciado.
El socialcomunismo colombiano intentó vender la tesis de que la captura del hijo “no criado” del mandatario era un “entrampamiento” de la fiscalía.
Las pruebas hasta ahora ventiladas hablan por si mismas, y el hecho de que Nicolás haya levantado la mano para pedir compasión a cambio de delaciones, es más que suficiente para descartar de plano la teoría conspirativa que la extrema izquierda criolla ha intentado enervar.
Esta historia está comenzando. El globo hasta ahora está partiendo. Queda pendiente, por supuesto, conocer el lugar en el que caerá y los efectos que causará.
Publicado: agosto 3 de 2023