Los Petro recuerdan la famosa serie norteamericana de los años 60 del siglo pasado, conocida como los Beverly ricos.
Se trataba de unos nouveaux riches que, de la noche a la mañana, tocaron el cielo gracias a un yacimiento de petróleo hallado en su finca.
Desde que Petro tomó posesión del cargo, su prole, muy orgullosa, se ha encargado de resaltar que ellos son “la familia presidencial”, delatando el más nauseabundo de los arribismos. En vez de crudo, encontraron poder político del que han abusado sin asco.
El sueño duró muy poco, e hizo tránsito a pesadilla en un abrir y cerrar de ojos. Los cuestionamientos a los Petro empezaron por cuenta del hermano del presidente, el inefable Juan Fernando quien se mueve como pez en las sucias aguas del crimen organizado.
Comenzaba marzo de este año cuando, gracias a la revista Semana, el país conoció las evidencias con que cuenta Daysuris del Carmen Vásquez -conocida como Day- para probar las acciones criminales de la persona con la que compartió techo y lecho.
En manos de la justicia están las decisiones correspondientes. Será el juez de garantías el que resuelva si Nicolás Petro termina con sus huesos en una cárcel, o si tendrá la oportunidad de defenderse en libertad de los graves delitos que le fueron imputados: enriquecimiento ilícito y lavado de activos.
La defensa del intrépido Nicolás hace lo que mejor puede para tratar de explicar lo que en apariencia es inexplicable: la vida de mafioso que se daba el vástago del presidente quien, de acuerdo con la asamblea del Atlántico, percibía un salario de $15 millones de pesos.
Con ocasión del juicio, el hijo de Petro deberá explicar el origen de su fortuna, y esclarecer los señalamientos de su despechada ex esposa que ha aportado las pruebas de los dineros que le entregaron los delincuentes con los que ha tenido tratos y acuerdos.
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A los Petro, que en algún momento creyeron ser los dueños del país, les debe estar resultando muy amarga su condición de “familia presidencial”, empezando por el propio jefe de Estado quien, con su actitud frente a la situación de su hijo, ha dejado en evidencia su sucia calaña.
Hace unos meses declaró que él no había participado en la crianza de su primogénito. Y el sábado pasado, cuando trascendió la noticia de la captura, se apresuró a escribir un trino en el que, básicamente, emitió una sentencia condenatoria al decir que su hijo se había “autodestruido” y, a renglón seguido, hizo votos para “que estos sucesos forjen su carácter y pueda reflexionar sobre sus propios errores”.
Por encima de su condición de presidente, está su calidad de padre. Además de guardar silencio debió desprenderse de su cargo para ir a acompañar a su hijo. Es evidente que un sujeto que se forjó en la criminalidad, que hizo parte de una banda terrorista, que a punta de pistola intentó imponer sus intereses, no exhibirá un ápice de consideración con quien es sangre de su sangre.
El catolicismo, fe que Petro dice profesar, impone catorce obras de misericordia. Siete corporales y siete espirituales.
Una de las corporales, la sexta, es: visitar a los presos. ¿Petro se “arriesgará” a acompañar a su hijo caído en desgracia?
Lo cierto es que, cuando ha transcurrido menos de un año de gobierno, los Petro claramente no se han portado como una familia presidencial, sino como una banda delincuencial.
Publicado: agosto 1 de 2023
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