El resultado de las últimas encuestas evidencia, la vertiginosa caída en la popularidad de Petro y la creciente desconfianza en su gobierno, así como la reprobación de sus ocurrencias, improvisaciones y desvaríos.
Y es que cada día que transcurre, y, como era de esperarse, muchos de los seguidores de Petro, ante tanta torpeza e infundios, han empezado a entrar en razón, a recuperar el sentido común y a dimitir de una masa dócil y amorfa, aglutinada por la frustración, el rencor, el odio y el resentimiento que bien sabe transmitir Petro.
No hay duda, que de lo poco que sabe Petro, es de manipulación de masas y para lograrla, apela a la debilidad que produce la falta de educación, formación e información de muchos de los ingenuos e incautos que aún lo siguen.
Por su megalomanía extrema y su mesianismo ilímite, Petro desprecia la historia, desconoce la verdad y acomoda los hechos a su conveniencia, valiéndose de todo tipo de artimañas y patrañas para contagiar a sus seguidores de un negacionismo irracional.
Su manipulación en la comunicación es desquiciada y proverbial, y con el uso de su disparatado lenguaje, pretende embaucar a ciudadanos desorientados, e infligir daño a sus interlocutores y opositores mediante solapadas agresiones que develan sus emociones viscerales.
Como experto en posverdad, en sus prédicas no tiene reparo en deformar la realidad, acomodándola siempre a su favor, con lo que infructuosamente intenta eludir su responsabilidad al endilgársela a otros. Tampoco tiene reparos en tergiversar la ciencia, bien sea mediante la exageración, la deformación o el desconocimiento, de manera que la balanza de la credibilidad siempre decline hacia su dicho.
Para eludir debates y no afrontar razonamientos y fundamentados de otros, Petro apela al escapismo, bien afirmando que no existen condiciones para dialogar o discutir, o bien, descalificando cualquier planteamiento o argumentación que no sea coincidente con su disparatada entelequia.
Otro recurso que emplea Petro, como manipulador profesional, es la descarga de ociosos argumentos, anécdotas, comparaciones y alterados ejemplos, para intentar debilitar a sus interlocutores y obtener la aceptación y el convencimiento de quienes escuchan sus vacías peroratas.
Para aparentar autoridad, Petro impone plazos perentorios para que sucedan hechos imposibles, impredecibles e imprevisibles, de los que él mismo es incapaz de determinar la oportunidad de su ocurrencia, con lo que transmite a sus súbditos, afán, apremio y ansiedad, para que tomen decisiones precipitadas en su favor. Petro además de ser un mentiroso incorregible, es un timador intimidante.
En sus perversas argucias, Petro recurre a la ironía, la burla y el sarcasmo, así como a su destemplado humor para intentar minimizar o ridiculizar a sus oponentes. Petro es soberbio y rudo en la ofensa, e implacable en la descalificación ajena, con lo que busca impresionar e imponer autoridad ética y supremacía moral. Nadie más carente de ética y autoridad moral que Gustavo Petro.
Pero de todos los artilugios de su insondable personalidad, probablemente el peor, es su rechazo a la evidencia, y de eso se han percatado cientos de miles de sus seguidores, que se han llenado de razones para abandonar los toldos de un movimiento populista, empecinado en destruir la democracia, empoderar la criminalidad, restringir la libertad e imponer el comunismo en Colombia.
Los días que se avecinan no serán los mejores para Petro, y sus despropósitos y desinteligencias terminarán aislándolo y, de seguro, sumiéndolo en una profunda y peligrosa depresión de la que difícilmente saldrá.
Lo que no se entiende, es cómo, ante tanta incapacidad, torpeza y corrupción, algunos ministros y altos funcionarios se mantienen en el Gobierno, entre ellos, los de Hacienda y Agricultura y el Director Nacional de Planeación. Por mínima vergüenza, decoro y dignidad deberían renunciar, y los partidos Liberal y Conservador declararse en oposición al remedo de gobierno que padecemos. De los corifeos de Santos, agazapados en el usurpado partido de la U, nada se puede esperar, son igual de despreciables que el Nobel de Barro, quien es el verdadero responsable del caos institucional que estamos afrontamos.
Petro terminará solo y atrapado en el laberinto construido con su propia villanía, muchos de sus secuaces en la cárcel y sus electores burlados, arrepentidos y desengañados.
Colofón: Difícil conocer funcionarios más ineptos, torpes y obtusos, que los ministros de Minas, Salud y Transporte, y que el director de la Aeronáutica Civil. El estado de ruina y abandono del aeropuerto de San Andrés y de otros terminales, es inaceptable, y las declaraciones del director de Aerocivil son propias de un parlanchín; solo producen lástima o hilaridad.
Publicado: marzo 6 de 2023
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*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional en Derecho. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.
Tiene toda la razón y aún se queda corto en la descripción de ese ser repugnante llamado Gustavo petro.