El régimen cubano, que condujo a su pueblo a vivir en la más absoluta miseria, se ha encargado de vender el mito de que la salud es uno de los grandes avances de la revolución castrista.
Esa falacia es el sustento para la puesta en marcha de una brutal e inhumana operación de esclavización. El régimen se ha especializado en vender servicios médicos a otros países, a través de las llamadas “misiones”.
Así como Corea del Norte vende mano de obra no calificada -particularmente en el área de la construcción- a países asiáticos, Cuba hace lo propio, pero con servicios médicos a otros Estados.
También ha estimulado el llamado “turismo de la salud” con el que atrae personas con capacidad de pago para recibir tratamientos médicos en la isla. Valga recordar el caso del dictador venezolano Hugo Chávez cuyo cáncer, que se salió de control, fue tratado en un hospital de La Habana.
Petro también dice haber sido atendido en esa ciudad por un tumor que solamente existió en su retorcida imaginación. El tal cáncer del ahora presidente de Colombia fue una invención suya con la que, a través de la generación de lástima, desvió la atención respecto de su misterioso viaje a Cuba en plena pandemia. Alegó que tenía un tumor canceroso, el cual desapareció en tiempo record gracias a un legrado (¡!), tal y como anunció el brutal Gustavo Bolívar.
Lo cierto es que el sistema de salud cubano que tanto pondera el régimen socialcomunista colombiano es una herramienta política que no científica.
Uno de los países mas pobres del mundo, sin tecnología, sin medios para acceder a medicinas de última generación, sin infraestructura de vanguardia, con hospitales que se caen a pedazos, en los que no hay energía eléctrica, agua, alcantarillado y ni siquiera un dispensario con los medicamentos básicos, ¿puede ser el mejor sistema de salud del continente?
El cubano de a pie, debe llevar a los hospitales las sábanas, el jabón, las toallas ¡y las medicinas!
Los médicos y las enfermeras hacen el papel de cuidadores y dosificadores de los remedios que el paciente suministre.
El mito se sustenta en cifras que no pueden ser comprobadas por observadores internacionales independientes. Así, el régimen cubano ha enervado la fábula de que tiene la tasa de mortalidad infantil más baja de América -5.5 por cada 1000 nacidos- y una esperanza de vida cercana a los 80 años.
Pero no revelan los abortos forzados y llevados a cabo sin el consentimiento de la madre cuando los médicos encuentran algún riesgo en el embarazo. Para bajar la estadística de mortalidad infantil, se van por el camino siniestro de asesinar al bebé durante la gestación sin que medie la autorización de los progenitores.
El profesional de la salud que se atreva a denunciar los abusos y a revelar la realidad de la manera como funciona el sistema, es perseguido inclementemente. El doctor Oscar Biscet tuvo la osadía de elevar su voz de protesta por las condiciones paupérrimas en las que los médicos debían trabajar. La respuesta: 25 años de prisión. El delito: ser enemigo del pueblo.
Algo parecido le sucedió a la neurocirujana Hilda Molina, una mujer reconocida en el mundo médico cubano hace 30 años.
Cuando el gobierno advirtió que el centro en el que ella trabajaba se iba a dedicar exclusivamente a atender pacientes extranjeros con el fin de recaudar divisas, ella se opuso dado que la determinación afectaba a miles de pacientes locales cuyas vidas dependían de los tratamientos que estaban recibiendo.
La doctora Molina fue perseguida y llevada al ostracismo. Se le impidió ejercer su profesión. En 2009 pudo fugarse de la isla.
La reforma a la salud que promueve la ministra de Salud colombiana Carolina Corcho no está guiada por criterios técnicos sino por el radicalismo ideológico. Esa funcionaria está imponiendo a la brava sus creencias y sus obsesiones, con lo que pone en grave riesgo la salud de 50 millones de colombianos.
Antes de la entrada en vigor de la ley 100, norma que valga recordar fue promovida y defendida por Antonio Navarro -cabecilla del M19- como ministro de Salud de César Gaviria, los colombianos tenían un sistema de salud terriblemente deficiente, con una cobertura que nunca superó el 27%; hoy es del 100%.
Era muy común registrar noticias dolorosas de pacientes que morían tirados en los antejardines de los hospitales de caridad a la espera de ser atendidos. Eso jamás volvió a suceder. Con el cambio que pretende introducir la Corcho, el país volverá en cuestión de meses a situaciones semejantes por cuenta de la politización que indudablemente sufrirá la salud que, en adelante, quedará en manos de alcaldes y gobernadores quienes usarán a los centros médicos como fortines políticos.
Los profesionales de la salud hoy son contratados con base en su experiencia y en su hoja de vida. Con la reforma de Petro, el criterio será distinto: su fidelidad al movimiento político de quien ostente el poder.
Es lamentable que por la obsesión de una fanática de extrema izquierda como es la señora Carolina Corcho, 51 millones de colombianos quedarán sin servicio de salud.
Publicado: febrero 20 de 2023
No entiendo porque dirijentes y empresarios no son mas ferreos en pedir cambiar la Reforma de la comunista Corcho.