2023 será un año definitivo para la democracia colombiana. El régimen socialcomunista de Gustavo Petro hará hasta lo imposible para consolidar su poder en las elecciones regionales que se llevarán a cabo en el mes de octubre. Mientras tanto, y para calentar motores, el Ejecutivo inyectará dinero a diestra y siniestra a lo largo y ancho de la geografía nacional. Así, los candidatos afectos al petrismo tendrán mejores posibilidades.
Todo parece indicar que la extrema izquierda tiene el camino despejado, en buena medida por cuenta de la languidez de la oposición.
El planteamiento original del presidente Uribe en el sentido de que la oposición al gobierno debe ser reflexiva y colmada de argumentos, no ha sido replicado por quienes hacen parte de la colectividad liderada por el exmandatario colombiano. Con poquísimas excepciones, la bancada parlamentaria del Centro Democrático no ha estado a la altura de las circunstancias. Abundan los senadores y representantes concentrados en las gazaperas de Twitter, cuando millones de ciudadanos que están en contra del gobierno demandan una oposición profunda y capaz de poner en cintura a Petro y los suyos.
El gobierno está corriendo solo. No tiene contrapesos. Cuenta con holgadas mayorías en el congreso y los organismos de control voltean la mirada ante los abusos y desmanes.
A Petro ya empezaron a llamarlo “comandante”, preocupante señal por los antecedentes chavistas de quien ejerce el gobierno en Colombia.
El presidente es un sujeto con talante tiránico. Respeta la democracia cuando le conviene, pero la fustiga y maltrata cuando las decisiones le son adversas. Muchas voces del petrismo, empezando por la cuestionada Piedad Córdoba, plantean una delicadísima “democratización” de los medios de comunicación, propuesta con la que evidentemente se pretende ponerle un revólver en la cabeza a los periodistas que se atrevan a cuestionar las decisiones oficialistas.
Petro llegó al poder a través de manobras oscuras. Cuando el siniestro Sebastián Guanumen hablaba de “correr la línea ética” de la estrategia digital de la campaña, iba más allá de lo hasta ahora conocido. No se limitaba a tener una cuadrilla de sicarios morales digitales. Gracias a la revelación de los llamados Twitter Files se ha conocido que desde Rusia se le metió la mano al proceso electoral y político colombiano.
A través de cuentas hechizas creadas en Rusia se desató una brutal e ilegal campaña de desinformación y matoneo. Está el caso puntual de la exministra TICs Karen Abudinen quien fue víctima de una atroz arremetida digital del petrismo. Resulta que buena parte de los ataques emanaron de las cuentas rusas que lograron posicionar los mensajes y las tendencias negativas en contra de la exfuncionaria que valientemente denunció el robo de $70 mil millones de pesos por parte de las empresas controladas desde la sombra por el corrupto Emilio Tapia. Gracias a las gestiones de la entonces ministra, buena parte de los recursos fueron recuperados y los responsables de la defraudación llevados a prisión.
Petro no está jugando con plastilina. Es un sujeto perverso, obsesionado con el poder y capaz de cualquier cosa. Su biografía demuestra que no tiene limitaciones morales. Una persona que se atrevió a militar en una banda terrorista, hace lo que sea menester para lograr los objetivos que se ha trazado.
Si la oposición no entiende la magnitud del desafío, tristemente Colombia quedará eternamente sometida al yugo socialcomunista.
Publicado: enero 11 de 2022