Aunque imbuido del profetismo judío, Carlos Marx fue en realidad un falso profeta. Anunció con base en su método dialéctico que las contradicciones del capitalismo llevarían a un estadio final de confrontación de los desposeídos frente a los poseedores en el que éstos, para mantener sus ganancias, someterían a aquéllos a un empobrecimiento insoportable que los haría reaccionar violentamente, dando así lugar a la revolución que podría fin al régimen capitalista.
Eso no ha sucedido. Por el contrario, una vez superadas las crisis el sistema mejoró sustancialmente las condiciones de vida de los trabajadores, de suerte que la clase proletaria terminó engrosando las clases medias que son el soporte de las democracias liberales que reinan en el mundo desarrollado. Los desheredados de antaño tuvieron por fin acceso a muchos de los beneficios de la civilización y gozan hoy de ventajas que sus antepasados no soñaban con alcanzar. El «american way of life» es en los tiempos que corren un ideal accesible a las grandes masas.
El neomarxismo, inspirado en Gramsci y, sobre todo, en la Escuela de Frankfurt, se ha dado cuenta de que esa gruesa clase media ya no tiene esos motivos para rechazar el capitalismo. Por consiguiente, ha buscado otros flancos para combatirlo, tal como lo señalan, entre otros, «El Libro Negro de la Nueva Izquierda«, de Laje y Márquez y «El Inicio de la Nueva Izquierda y de la Escuela de Frankfurt«, de Cristian Rodrigo Iturralde.
Esos flancos se encuentran en el ámbito de la cultura. El propósito radica, como lo enseñan ciertos filósofos franceses de la última hornada, en «deconstruír» el edificio conceptual de nuestra civilización, denunciando lo que consideran como sus irracionalidades y sus manifestaciones opresivas o «alienantes». Su programa es en el fondo el mismo de Engels, vale decir, la denuncia de la familia, la propiedad privada y el Estado como instituciones que enervan la realización plena del ser humano, extendido a la erradicación de la religión como principal factor de alienación que frustra la empresa emancipatoria.
Los que apoyan al actual gobierno colombiano no suelen tener consciencia de los propósitos que en el fondo lo animan. El cambio que tiene en mente su titular es de amplio espectro y toca con toda la institucionalidad que bien o mal nos rige. Las transformaciones que ofrece afectan las distintas esferas de la cultura colombiana. Y uno de sus propósitos es el empobrecimiento de la población, dizque para que deje de lado sus hábitos de consumo que podrían ser destructivos para la continuidad de la especie humana.
Circulan en las redes sociales afirmaciones del finado Chávez, de AMLO y del presidente que hoy nos mal gobierna acerca de la necesidad de mantener a las comunidades en la pobreza, mas no en la miseria, para hacerlas más dependientes de quienes ejercen el poder político, pues como dice alguno de ellos haciendo gala de cinismo, si mejoran sus condiciones de vida se tornan hacia la derecha y dejan de apoyarlos.
La pauperización no es pues resultado ineluctable de la dinámica del capitalismo, sino propósito de fondo de la Nueva Izquierda que hoy se ha enseñoreado entre nosotros. Las clases altas ya sabrán dónde ubicarse cómodamente en el exterior. A las clases medias les tocará renunciar a lo que han ganado en los últimos tiempos y resignarse, como el personaje de ese tangazo que es «Fangal«, a volver a la mugre de «vivir tiraos».
Jesús Vallejo Mejía
Publicado: enero 10 de 2023