El otrora glorioso partido conservador, colectividad que ayudó a forjar la democracia colombiana y de cuyas huestes salieron dirigentes que marcaron positivamente la historia del país, se ha convertido en una vulgar entidad dedicada a la extorsión política.
En cabeza de nadie cabe que un partido que surgió como defensor de los principios cristianos y del tradicionalismo se haya entregado al gobierno de Gustavo Petro.
Desde hace muchos años el conservatismo declinó su vocación de poder. Sus dirigentes, gamonales y profesionales de la política, llevaron al partido hacia unas aguas horribles de burocracia y corrupción.
Las ideas fueron aplastadas por el inmundo peso de los contratos, los puestos, las designaciones, los cupos indicativos y demás. No importa quién sea el presidente ni cuáles son sus ideas porque el partido conservador siempre estará ahí. Sus voceros, con el pecho henchido y exhibiendo un falso rictus patriótico, se venden al mejor postor. Saben que el modelo establecido es eficaz en términos electorales. De esa manera lograrán elegirse una y otra vez. Cuando se cansan, ponen a un familiar para que siga ocupando el asiento que les arroja tantos beneficios crematísticos.
En estos primeros días del año ha trascendido la noticia de que el conservatismo está marcando distancia del gobierno socialcomunista. La razón, por supuesto no es ideológica -a los congresistas azules les tiene sin cuidado el rumbo que Petro le ha dado al país- sino económica. Esperaban más puestos, mejores posiciones, mayor acceso a la contratación estatal. En pocas palabras, una tajada más generosa de los $400 billones del presupuesto nacional de 2023.
Si algo de coherencia, dignidad y honor le quedara al partido conservador, éste debería pasar de inmediato a la oposición, decisión que evidentemente no adoptarán quienes llevan las riendas de la formación fundada por José Eusebio Caro y Mariano Ospina Rodríguez en mayo de 1848.
Muchos conservadores de hoy se preguntan en qué rincón de la vieja casona donde funciona la sede nacional de su partido ha quedado el legado de más de 170 años. Las ideas de titanes de la política conservadora del siglo XIX como el gran civilista José Ignacio de Márquez, o el humanista Manuel Antonio Caro fueron olvidadas por los que se presentan como los conservadores de hoy, politicastros que alevosamente desconocen a los grandes patricios de su partido. Mariano Ospina Pérez, Laureano y Álvaro Gómez son para ellos unos simples nombres. Y quien se atreva a preguntarles por Burke, Louis de Bonald o Joseph de Maistre quedará embargado por la frustración. La respuesta será el mutismo absoluto, ese mismo que no observan a la hora de enumerar las entidades e institutos descentralizados que están bajo su control.
Amenazan con alejarse del gobierno. Petro, que necesita del apoyo conservador para sacar adelante sus brutales iniciativas legislativas, les tirará algunas migajas y todo volverá a la “normalidad”. No deja de ser paradójico que un partido que nació como respuesta a la barbarie y a la ilegalidad haya terminado extorsionando a un presidente que empezó su vida como militante de un grupo terrorista que se dedicó al secuestro, el chantaje, el asesinato y, cómo no, la extorsión.
Mientras tanto, la democracia de Colombia seguirá enflaqueciéndose.
Publicado: enero 17 de 2023
🏴💂
Lo peor que se puede sentir por un ser humano que han perdido la identidad y que se les olvida quien les dio de comer es la «lástima». Esa ingratitud, tarde o temprano, la recibirán de los seres más, supuestamente, amados. Todo se paga en vida.
Lastimosamente tengo que reconocer como Conservador que la actual dirigencia del partido lo está llevando al despeñadero cómo ya lo venían haciendo los otrora dirigentes que una vez se pensionaron cómo era su anhelo partieron abandonado el barco para dejarlo ahora en manos de los corruptos más connotados de la misma colectividad.