Ojalá no se cumpla este pronóstico, pero todo parece indicar que Colombia va camino a su primer default -no pago de la deuda- gracias a las acciones de este Gobierno. Los anuncios irresponsables en materia de política energética, la asfixia tributaria, la inflación más alta en dos décadas y la alarmante disparada del dólar están fracturando la confianza del mercado en el País y abren las inquietudes sobre la sostenibilidad de la deuda a mediano plazo.
Si algo ha hecho bien Colombia a lo largo del tiempo es pagar sus obligaciones crediticias, sin importar las dificultades de orden social, económico o político por las que estuviera atravesando el País. A diferencia de naciones como Argentina, que ha entrado en default en 9 ocasiones, nosotros nunca hemos incumplido, lo cual ha permitido mantener abiertas las puertas a la financiación en los mercados con buenas tasas de interés.
Sin embargo, no se ve fácil que se pueda mantener esta dinámica en el mediano plazo. Desde que Petro ganó la segunda vuelta la deuda externa del País se ha incrementado en $71.8 billones gracias a la devaluación del peso, más de tres veces el recaudo esperado por la nefasta reforma tributaria que está ad portas de ser aprobada en la conciliación, y la cifra total de endeudamiento ya roza los $900 billones.
De hecho, mientras que la deuda en relación al PIB llegó a ubicarse en el 38% al final del Gobierno Uribe, actualmente ronda el 74%. En escasos cuatro meses este indicador pasó del 60%, porcentaje en que lo dejó la administración Duque tras la pandemia, a un monto que nunca habíamos visto.
En este contexto, si estuvieramos en un Gobierno con una aproximación económica ortodoxa, no habría mayor inquietud. Claro, es necesario encontrar nuevas fuentes que permitan cubrir estos rubros, pero hoy en día el problema no solamente es de dónde va a salir la plata para cubrir la deuda, sino si se va a pagar la deuda misma.
Lo digo porque en años anteriores era usual ver a varios parlamentarios de izquierda proponiendo en la discusión del Presupuesto General de la Nación que Colombia dejara de pagarle intereses a los acreedores. Un discurso populista que suena bastante atractivo para la galería, pero que tendría implicaciones nefastas y que no es extraño que ronde por los pasillos de Palacio.
No pagar la deuda, al igual que sucede con un colombiano de a pie que incumple con las cuotas de su crédito hipotecario, se traduce en mayores tasas de interés a futuro para compensar el incremento en el riesgo de no pago, si es que nos prestan. Algo que no afecta al Ministro de Hacienda ni al Presidente turno, sino al bolsillo de todos los contribuyentes.
Al fin y al cabo, entre más costoso nos sea endeudarnos menos recursos tendrá disponibles anualmente el Gobierno para destinar a inversión. El panorama no es positivo y entre los anuncios del Presidente y la Ministra de Minas va empeorando poco a poco. No se ve fácil el camino a recorrer.
Publicado: noviembre 10 de 2022
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