Por primera vez Colombia llegó a la final de un mundial. Paradójicamente, se logró sin patrocinios, apoyos institucionales ni grandes colaboradores, sino a punta de esfuerzo, dedicación, compromiso y madurez de un grupo de valientes jóvenes que han logrado lo que ningún combinado de renombradas figuras ha podido hacer.
Y sí, sé que puede sonar crudo decir esto. En la selección masculina de mayores hemos tenido figuras internacionales que han jugado en los mejores equipos y han competido en los torneos más relevantes, pero poco y nada han logrado con la tricolor.
No sé si es la lucha de egos, la necesidad de figurar o una pelea constante por el liderato del grupo, pero lo cierto es que las selecciones femeninas han conseguido en un par de años los éxitos que durante tanto tiempo nos han sido esquivos en los cuadros masculinos.
Lo más irónico y paradójico es que las jugadoras trabajan con las uñas. En Colombia ni siquiera se logró mantener la liga femenina y los recursos para el mantenimiento y crecimiento del fútbol femenino brillan por su ausencia, a tal punto que el propio Presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, Ramón Jesurún, negó la entrega de premios a las jugadoras sub 17 por supuestamente no ser profesionales, sino amateur.
Una postura no solamente indignante, sino inexplicable. Estas guerreras llevaron a Colombia a la final de un mundial por primera vez con el apoyo de todo un País, pero sin el respaldo de la institucionalidad local.
Una cruda realidad que algún día tendrá que cambiar. Las selecciones femeninas han demostrado el profesionalismo y la madurez que tanta falta hace en los cuadros masculinos y han conseguido éxitos que llenan de orgullo a 50 millones de personas.
El sentido común indica, viendo la seguidilla de resultados de estas guerreras, que debe haber una apuesta a fondo por el fútbol femenino en Colombia. No solamente por un tema de género o igualdad, sino por pragmatismo y justicia.
Hay que convertir al fútbol femenino en un negocio rentable y sostenible y hay que recompensar con merecidas proporciones el trabajo de las jugadoras. El apoyo a estos grupos no se puede quedar en anuncios ni en condecoraciones honoríficas, sino en remuneraciones acordes a su profesionalismo.
Si eso no ocurre y si estas jugadoras son olvidadas por la Federación y la institucionalidad deportiva, estaríamos mandándole el peor mensaje a las nuevas generaciones. Así como ocurre con los hombres, el fútbol femenino debe ser una opción de vida que permita mejorar las condiciones de las jugadoras.
Por lo pronto, mientras esta discusión de fondo se pone sobre la mesa, todos apoyaremos a nuestras guerreras en la final del domingo. ¡Vamos con toda! Esa copa es nuestra.
Publicado: octubre 31 de 2022
5
4.5