Por años, los cubanos han osado lanzarse al mar en una tabla a esquivar tiburones para llegar a las playas gringas. No se conocen casos de norteamericanos que hagan esa travesía al revés para llegar a Cuba. Ahora, los venezolanos se cansaron de recorrer el vecindario en busca de chichiguas y optaron por el «sueño americano» a través del Darién, la peligrosa selva que nos separa de Panamá. Cómo estará de mal Venezuela que prefieren morir en el intento, que mueran sus niños, que muera la familia.
Petro está haciendo todo lo necesario para seguir el camino de Venezuela, para que los colombianos seamos en breve los que huyamos por esa selva inhóspita en busca de unas condiciones de vida que no supimos defender. Lo advertimos.
En poco más de dos meses, este gobierno ha sembrado tan alto grado de incertidumbre que ha provocado el congelamiento de las inversiones en todos los sectores y ha espantado los capitales como nadie lo había hecho nunca antes, no solo con proyectos como el de la reforma tributaria sino con polémicos anuncios suyos o de sus ministras que al MinHacienda Ocampo le ha tocado correr a desmentir.
Prácticamente no hay día que algún gremio de la producción no salga a decir que la reforma tributaria le afecta, generando graves secuelas para el país. No hay sector que la considere neutra, ni que decir positiva. Es una reforma que afecta a los más pobres de manera directa e indirecta: los impuestos saludables incrementarían un 20% el precio de los alimentos y la tributaria, en general, aumentaría el costo de vida hasta en un 4%. Ni hablar de la afectación generada por el desempleo que va a ocasionar.
La deriva que va tomando este gobierno ya preocupa hasta a quienes apoyaron su elección. Así lo han dejado ver Rudolf Hommes y Salomón Kalmanovitz, o Jorge Enrique Robledo, que hace años fuera íntimo amigo del hampón-presidente. Robledo le ha enviado un Derecho de Petición a la MinMinas Irene Vélez para que explique por qué no se hará más exploración y explotación de gas y petróleo «haciéndole un gravísimo daño al país».
Ella insistirá en que fue «promesa de campaña, descarbonizar». Y su viceministra, Belliza Ruiz, concluirá con cinismo: «no sé qué parte de la frase no han entendido». Claro que también fue promesa de campaña construir un tren de Buenaventura a Barranquilla, pero la MinMinas dijo que ya no se haría por haberse aprobado el Tratado de Escazú. Es decir, se hace y se deshace lo que al mandamás le dé la gana. Un Estado totalitario.
Ya Petro se está cansando del disfraz de oveja que ha intentado vestir y está mostrando las uñitas. Ya se queja de tener un «enemigo interno» que no deja prosperar rápidamente las iniciativas que «el presidente quiera», como si su voluntad bastara para ejecutar reformas. Un enemigo que podría ser un MinHacienda que no le agacha la cabeza —ojalá no se aburra— o una normatividad que no se puede saltar a la torera, que le estorba.
Pero ya no le basta con tener un Congreso arrodillado en resbalosa mermelada que todo se lo pupitrea con urgencia ni los más de 1.390 días que le restan en el poder. Ya se queja del poco tiempo que le queda, ya deja entrever que cambiará la Constitución para ampliar el periodo y darle poderes despóticos para implementar cuanta idea absurda se le pase por la cabeza: controles cambiarios, impuestos a los capitales golondrina, control de precios a los productos de la canasta familiar… Tocará separar cupo en las lanchas que salen de Necoclí.
No hay duda, al timón de Colombia tenemos un enemigo interno, se llama Gustavo Petro.
Publicado: octubre 18 de 2022
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