De nuevo Colombia marchó y seguirá marchando, cívica y pacíficamente, en defensa de su Democracia y para no convertirse en la Narco Dictadura Comunista que Petro desea.
No es tiempo de abdicar, es tiempo de seguir marchando en señal de rechazo a Petro, y de repudio a sus reformas que pretenden indultar criminales; premiar delincuentes; debilitar las fuerzas armadas; expropiar los ahorros pensionales; avasallar la prensa; arruinar la economía; agudizar la pobreza; acabar el Estado de Derecho; y, hacer de los campos de Colombia un vergel de coca y una factoría de narcóticos.
Las ocurrencias de Petro, además de obtusas, son perversas, y solo logran que la poca credibilidad que le queda se diluya. No son pocos los colombianos desinformados, incautos e ingenuos que votaron por Petro, que hoy se sienten desilusionados ante tanta improvisación, falacia y mentira. Es claro que Petro no tiene rumbo y permanece a la deriva en un mar de alucinaciones y desvaríos que él mismo ha creado.
Es claro que Petro no ha entendido y que difícilmente entenderá, que ya no es candidato, que ahora es presidente y que ya no le sirve su discurso mesiánico, ofensivo, arrogante e incendiario.
En menos de 100 días de gobierno y de nuevo, Petro ha dado muestra de su incapacidad para gobernar, del odio, rencor y resentimiento que lo domina, y de su propósito de destruir la democracia en que fue sospechosamente elegido.
Los bandazos de su remedo de gobierno sobrecogen, pero no sorprenden; tan solo basta ver como sus mismos ministros lo contradicen y ponen en evidencia su torpeza y miopía.
Su carácter precipitado, obcecado y autoritario, no le permite tener la serenidad, la prudencia y la ponderación, que son infaltables en todo buen gobernante. Sus descargas épicas y sus desahogos irreflexivos en las redes sociales, le restan autoridad y respeto, intimidan el mercado y debilitan la economía.
Al parecer, Petro terminará perdido en su propio laberinto y repudiado por sus electores y propios corifeos. No son pocos los ciudadanos que desisten de asistir a eventos en que Petro interviene, por dar por descontada su prédica insulsa, predecible y previsible de culpar a otros por su propia incompetencia, así como para evitar escuchar sus faraónicos anuncios llenos de quimeras y utopías.
Su desencuentro con los gremios de la producción, es abierto y profundo, y sus desavenencias económicas con las directivas de la Andi, Fenalco y Camacol, al parecer insalvables.
Petro no suma, Petro resta, y sigue creyendo, que para discrepar hay que maltratar, para controvertir hay que ofender, para protestar hay que destruir y para marchar hay que vandalizar. Al parecer, Petro no ha logrado vencer al subversivo que lo habita y domina, y que le impide tener el menor gesto de sensatez, nobleza, grandeza y gallardía.
En materia política, y a pesar de sus ofertas burocráticas, cada vez se ve más distanciado de las bancadas, que, deshonrando sus deberes y obligaciones, le anunciaron apoyo, anteponiendo a la integridad la conveniencia, a la pulcritud la componenda y a la coherencia la desinteligencia.
Si bien es cierto, que algo menos del 20% de los miembros del Congreso aún son obsecuentes a Petro y que en su mayoría votarían obedientemente sus retardatarias propuestas, es muy probable, que las otras bancadas que conforman la coalición de gobierno no las apoyen por reñir con los postulados de sus partidos o movimientos, por ser contrarias al querer de sus electores, por desconocer la voluntad mayoritaria de la nación y por comprometer la vigencia del Estado de Derecho.
Dadas las circunstancias actuales y ante el clamor nacional para que el Gobierno retire su arrevesada reforma tributaria, y las nulas posibilidades que lo haga, es necesario que los Congresistas que conforman la bancada de gobierno reflexionen, y con fundamento en la grave situación que afronta el país, desistan de apoyarla, que, como bien está probado, es recesiva e inflacionaria, que desestimularía el crecimiento, el empleo, el ahorro, el consumo y la inversión, y que no tendría antecedentes en Colombia por ser la más cuantiosa, gravosa y regresiva, y, ante todo, innecesaria, dado el nivel histórico de recaudo alcanzado en lo corrido del año y proyectado para lo que falta de la actual vigencia fiscal.
Por tanto, no se entendería que los partidos Conservador, Liberal, Coalición Verde y Centro Esperanza, Cambio Radical, de la U y Mira, apoyaran semejante esperpento y se convirtieran en autores materiales de tamaño despropósito y con ello, en mandaderos de un gobierno sin norte, que, en menos 3 meses ha revertido todos los indicadores y comprometido la estabilidad legal, la seguridad jurídica y la sostenibilidad económica de la nación.
Los miembros del Congreso no deben olvidar, que no fue Petro quien los eligió; que quienes los eligieron fueron sus electores y que es a ellos a quienes se deben y representan, y que, en consecuencia, deben actuar consultado el bien común y no los intereses del Gobierno.
Entretanto, Colombia seguirá marchando cívica y pacíficamente contra Petro y en repudio a sus reformas, que pretenden empoderar criminales, premiar delincuentes, arruinar la economía y socavar el Estado de Derecho.
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*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.
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