Estoy en contra de todo aquello que amenace la libertad, la autonomía de cada persona, de todo lo que esclavice o nos haga perder nuestro proyecto de vida, por esa razón pienso que no habría que perder más tiempo para hacerle frente a esa tragedia que acaba con la vida de miles de personas año tras año, las drogas.
Se que no es una batalla fácil de ganar, pues estamos ante un negocio que mueve, según las autoridades, más de $10 billones de pesos por año. Pero si no queremos convertirnos en un narcoestado, no podemos permitir que la economía del país se base en el negocio de la droga, no podemos financiar los servicios públicos colombianos a través de un negocio que destruye vidas y familias.
Es devastador ver a nuestros niños consumiendo todo tipo de estupefacientes ante los ojos impotentes de las autoridades, cuyas manos están atadas por cuenta de la teoría del libre desarrollo de la personalidad; que permite que los ciudadanos usen sustancias alucinógenas. Nuestros niños deberían estar concentrados en actividades propias de su edad, estudiando, jugando, haciendo deporte, en actividades artísticas, en fin…lo cierto es que las escuelas, los colegios, los parques recreativos, los complejos comerciales, las calles, se han convertido en centros de distribución de drogas. Niños desde los 10 años de edad en promedio, están siendo inducidos al consumo, en muy poco tiempo. Colombia paso de ser un país productor a un país consumidor.
Jugar con las drogas nos lleva al abismo, al fracaso social. La legalización conduce al nacimiento de nuevas drogas, al aumento del consumo e incentiva la ilegalidad, por que los adictos continúan con el mercado negro para que sus datos personales no queden registrados, para que no les hagan seguimiento a su consumo. Eso si, cada vez hay más adictos con las respectivas consecuencias sociales, de salud física, sicológica y cognitiva. Este es un problema que no tiene solución si no se erradica. Contrario a lo que pretende el Congreso de la República -despenalizar el uso recreativo- por el bien de la sociedad, de nuestros jóvenes y de las familias colombianas es imperioso poner en marcha una política de Estado contra el comercio ilícito de estupefacientes en nuestras calles.
Tenemos que ganarle la guerra no solo al narcotráfico, si no, también al micronarcotráfico, hay que propiciarle un golpe demoledor a los grupos delictivos que controlan este nefasto negocio en Colombia, más importante aun garantizar a la sociedad y en especial a nuestros niños, calidad de vida lejos de las sustancias malditas que acaban con quienes caen en sus garras, que inexorablemente los conducen a la demencia, esquizofrenia, depresión, perdida de memoria, de autoestima, fracaso laboral, fracaso escolar e incluso al suicidio.
La amenaza esta latente, todos estamos en riesgo, tanto de que nuestros seres queridos sean inducidos al consumo de estupefacientes, como de ser víctimas de personas que el uso de las drogas lo han llevado a delinquir. El ICBF afirma que el 41% de los delitos cometidos por los jóvenes, son cometidos por aquellos que han estado o están en el infierno de las drogas. La probabilidad de delinquir es entre 2.8 y 3.8 veces mayor entre quienes son adictos según INISEG. En lugar de promover esta práctica suicida, y empobrecedora, deberíamos concentrarnos en impulsar medidas de prevención y rehabilitación, concentrarnos en educar en valores y en el fortalecimiento de las relaciones familiares e interpersonales.
Publicado: octubre 31 de 2022
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