Por primera vez en más de 120 años Colombia tendría la oportunidad de presidir la OPS -Organización Panamericana de la Salud- en cabeza del exitosísimo exministro de Salud Fernando Ruiz, un funcionario de las más altas calidades personales y profesionales.
Gracias a la destreza de Ruiz, Colombia le dio un manejo sobresaliente a la pandemia razón por la que el observatorio de Bloomberg calificó a este país como el mejor en la estrategia de contención del COVID-19 en América Latina.
El exministro Ruiz ha dicho que alrededor de 20 países habían expresado su voluntad de votar por él en calidad de candidato de Colombia.
Como ha trascendido, la uruguaya viceministra de Relaciones Exteriores Laura Gil notificó telefónicamente a Ruiz de que el gobierno tomó la decisión de retirarle el apoyo sin dar razón alguna.
Es evidente que la determinación tiene un tufo político y de desquite. Petro y los suyos están de lleno en la persecución al gobierno de Duque, olvidando que para Colombia era un verdadero logro ocupar la presidencia de la OPS con un profesional con el reconocimiento y el aplomo de Fernando Ruiz quien fue ministro de Duque, pero también viceministro de Salud en el gobierno de Juan Manuel Santos Calderón, tan cercano al régimen socialcomunista colombiano.
Las señales del gobierno en política exterior son alarmantes. Por odio se acaba de abandonar la posibilidad de ocupar la presidencia de la OPS. Pero no es la única equivocación que se le ha visto al fallido canciller Álvaro Leyva, un hombre que se nota perdido y sin rumbo. Los comentarios sobre el deterioro de su salud mental son cada vez más fuertes.
Preocupa sobremanera el maridaje de Colombia con regímenes paria, en detrimento de las relaciones sólidas que desde comienzos del siglo pasado han existido con los Estados Unidos.
El cambio de enfoque en la lucha contra las drogas, suspendiendo la erradicación forzada, anunciando que definitivamente no se hará aspersión aérea y advirtiendo un cambio en la extradición, son indicios de que el gobierno Petro está encaminado a convertir al país en un narcoestado.
La reconstrucción de las relaciones con Venezuela arroja más interrogantes que certezas. ¿Petro y su canciller Leyva están prestándose para limpiarle el rostro al cartel de narcotráfico que ejerce el poder en el país vecino? ¿Olvidan que Maduro, Vladimir Padrino y Diosdado Cabello, son objetivos de alto valor para la justicia de los Estados Unidos y que por sus cabezas hay multimillonarias recompensas?
El tema iraní también es alarmante. No se entiende porqué el gobierno actual procura estrechar lazos con un país patrocinador del terrorismo internacional. Se nota el desespero de Leyva por agradar a sus antiguos aliados de las Farc, grupo delincuencial que ha mantenido una muy fluida relación con el régimen extremista de Irán.
Las designaciones de muchos embajadores también son preocupantes. El imputado y llamado a juicio por tráfico de estupefacientes, León Fredy Muñoz será el embajador ante el dictador nicaragüense Daniel Ortega. El también imputado Armando Benedetti, mencionado en una multitud de expedientes judiciales, es el encargado de tender puentes con el narcodictador Maduro.
Cuando fue designado, Leyva advirtió que nombraría a funcionarios de la carrera diplomática en los mejores cargos, promesa que no se cumplió y que, como es natural, ha generado malestar entre los integrantes de la carrera que impotentemente registran cómo las posiciones más importantes para Colombia están siendo ocupadas por rabiosos militantes del petrismo.
Visto lo visto, se puede concluir que la política exterior bajo el régimen socialcomunista está siendo manejada a las físicas patadas.
Publicado: septiembre 20 de 2022
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