Desde finales del siglo pasado los Estados Unidos adoptaron la costumbre de realizar exámenes de salud anuales al presidente y hacer públicos los resultados de los mismos.
Se trata de una medida de transparencia con la que se le garantiza a la sociedad conocer el estado de salud de quien ocupa el primer cargo del país.
El pueblo tiene derecho a saber cómo se encuentra la persona que lleva las riendas de la nación. Esa premisa quedó implementada para siempre desde la cuarta elección de Franklin D. Roosevelt en 1944. El equipo médico de la Casa Blanca sabía que el presidente padecía una enfermedad coronaria incurable y que su vida pendía de un hilo. El dictamen se mantuvo en secreto para que Roosevelt pudiera presentarse para un cuarto periodo en pleno desarrollo de la Segunda Guerra Mundial.
La salud del presidente era deplorable. Al regreso de la famosa conferencia de Yalta en febrero de 1945, su condición sufrió un grave deterioro. El 12 de abril de ese año, mientras posaba para un retrato al óleo, el hombre que más tiempo estuvo en la silla presidencial de los Estados Unidos murió sin que los ciudadanos tuvieran conocimiento de los detalles de las múltiples enfermedades que lo aquejaban.
John Kennedy fue otro presidente con una salud débil. Padecía la enfermedad de Addison. Si bien no era una condición que le impidiera ejercer el cargo, los electores jamás conocieron las valoraciones médicas de quien fuera el presidente número 35 de los Estados Unidos.
El primer presidente en hacer públicos los resultados de exámenes generales de salud fue Ronald Reagan. Había llegado al poder con 69 años. Hasta ese momento era el presidente con más edad en el momento de tomar el cargo.
Dos meses después de su posesión fue víctima de un atentado que casi acaba con su vida. Estuvo dos semanas en el hospital y su convalecencia fue lenta. Durante mucho tiempo solo podía trabajar dos horas diarias.
De cara a su reelección, además de las secuelas del atentado y su avanzada edad, tenía antecedentes de cáncer. Optó por el camino de la transparencia con sus electores: se sometió a un examen general con médicos independientes e hizo público el resultado del mismo.
La honestidad sobre su salud fue generosamente retribuida: Reagan es el presidente de los Estados Unidos que más votos electorales ha tenido en la historia: se impuso en 49 de los 50 estados. Su rival, el demócrata Walter Mondale, sólo ganó en su natal Minnesota y en el distrito de Columbia. Reagan fue reelegido con 525 de los 538 votos electorales posibles.
Sobre la salud de Gustavo Petro hay muchas sombras. El país no conoce a ciencia cierta cuál es la historia del cáncer que él dice haber tenido y que le fue curado milagrosa y velozmente en Cuba.
El hoy presidente Petro salió clandestinamente hacia La Habana -en compañía de su hija menor- luego de que el gobierno de Duque estableciera controles de viaje para, precisamente, contener la pandemia que empezaba a expandirse por todo el planeta.
Mientras los colombianos estaban confinados, Petro andaba de paseo en Cuba.
De buenas a primeras alegó que estaba tratándose un tumor cancerígeno. A los pocos días del anuncio su hombre de confianza, Gustavo Bolívar, sorprendió al país con la noticia de que el cáncer había desaparecido de la humanidad de su jefe en virtud de un “legrado”.
A la difícilmente creíble historia del cáncer se suman las versiones sobre una enfermedad psiquiátrica de Petro. En febrero de 2019, él mismo hizo pública una incapacidad “por enfermedad médica bajo mi responsabilidad y cuidado” firmada por el psiquiatra Felipe Atalaya Echavarría.
Antes de ser elegido, los pacientes de la sede de la clínica Marly en Chía eran perturbados por los despliegues de seguridad que hacía el equipo de escoltas del paciente Gustavo Petro, visitante frecuente de ese centro médico.
Desde su posesión se ha visto a un Petro ausente, desconectado, retrasándose en el cumplimiento de sus funciones.
Se ha vuelto común que desde la Casa de Nariño haya cancelaciones de último momento por razones de salud del primer mandatario.
La falta de transparencia estimula las especulaciones respecto de la salud del gobernante. Lo cierto es que en todo esto hay algo demasiado grande y el país no lo conoce. Gustavo Petro, en un gesto de honestidad con los colombianos, debería madrugarle al asunto y contar realmente qué es lo que está pasando, porque al fin y al cabo la salud del presidente, como sucede en los Estados Unidos, es un asunto de interés nacional. Y él -Petro- por el cargo que ocupa debe entender que no puede, como hicieron Chávez y Castro, mimetizar por mucho tiempo sus enfermedades.
Publicado: septiembre 19 de 2022
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