El caso chileno fue utilizado por Petro como referente para llegar al poder. Copió la sucia campaña desatada por los extremistas de izquierda de ese país para ambientar su victoria política.
El llamado “estallido social” chileno que se registró en la fase final del gobierno de Piñera, acompañado de acciones vandálicas por una estructura delincuencial llamada ‘primera línea’ fue copiado por el equipo petrista e implementado en Colombia.
El descontento ciudadano, sumado con violencia y una débil gestión de Piñera fueron definitivos para el apuntalamiento de un revoltoso -activista- universitario que terminó convirtiéndose en presidente de la República.
Boric, como Petro, consolidó una alianza de partidos de extrema izquierda, en Chile se llamó ‘Convergencia Social’ y en Colombia ‘Pacto Histórico’. Ganó ampliamente las elecciones mientras un grupo de 155 personas redactaba una nueva constitución en cumplimiento del resultado de un plebiscito celebrado en 2020 en el que la mayoría ciudadana -poco más del 78%- votó a favor de iniciar un proceso constituyente a través de una convención constitucional que inició funciones a comienzos de julio del año pasado con un mandato de 12 meses.
El 4 de julio de este año fue presentado el texto de la constitución que debía ser sometida a refrendación popular.
Abundaron las críticas al documento. Desde todos los sectores del espectro político surgieron duros cuestionamientos al espíritu de la nueva Carta. El aspecto sobre el que se sustentaron muchas de las dudas era el de la creación de un “Estado plurinacional”, condición que habilitaba la creación de autonomías en los territorios donde estaban asentadas las comunidades indígenas. Si bien no se cuestionaba la integridad territorial, la constitución improbada por el pueblo chileno, no delimitaba dicha autonomía particularmente en lo que hace referencia a la administración de justicia por parte de los indígenas. La pregunta que siempre rondó en el ambiente: ¿Los pueblos “ancestrales” tendrían múltiples estados dentro del Estado?
La mayoría de convencionistas eran extremistas de izquierda, gentes radicales e irreflexivas que vieron en el proceso constituyente la oportunidad para hacer un ajuste de cuentas con lo que los socialistas llaman “privilegiados”. En el ambiente rondó el fantasma del irrespeto por la propiedad privada.
En el artículo 78 de la norma, quedaron sembradas serias dudas respecto de la seguridad de los ciudadanos sobre los bienes propios, al proponer salvedades y plasmar ambigüedades como que “Toda persona, natural o jurídica, tiene derecho de propiedad en todas sus especies y sobre toda clase de bienes, salvo aquellos que la naturaleza ha hecho comunes a todas las personas y los que la CONSTITUCIÓN O LA LEY DECLAREN INAPROPIABLES”.
El sur de Chile, donde se afincaba la fortaleza política de Boric, envió una señal inequívoca en la votación del referendo del domingo pasado. De hecho, el mensaje fue contundente en todo el país.
Eso no significa que la amenaza socialista haya desaparecido. Chile tendrá que comenzar un nuevo proceso constituyente que se sabe cómo comienza, pero no cómo termina. Las primeras señales indican que el mismo se hará con menos convencionistas y en menor tiempo. Pero la duda persiste respecto del enfoque ideológico que tenga el proyecto que deberá empezar a redactarse.
Lo cierto es que Boric fue aplastantemente derrotado seis meses después de haber asumido la presidencia. El mandatario, que se la jugó a fondo por la aprobación de la constitución, quedó tremendamente debilitado con ese 68% de votantes que le dijeron NO a esa constitución radical y retardataria que él impulsó con tanto denuedo.
Mensaje que debe recibir el presidente de Colombia que, como un desquiciado, resolvió maltratar a la ciudadanía chilena alegando que, con su decisión soberana, revivieron al general Pinochet.
No se trata de pelear con fantasmas que rondan la mente calenturienta del presidente de Colombia, sino de tener talante democrático para aceptar la voluntad del pueblo cuando ésta es contraria a los intereses mezquinos de la extrema izquierda.
Es común en Petro. Cuando los resultados le favorecen, hay democracia; cuando no, hay fraude, trampa, o la presencia de la mano “negra” de la extrema derecha.
Los pueblos son sensatos y reaccionan como corresponde cuando ven que sus gobernantes procuran destrozar el modelo de Estado en el que viven, para darle aliento a un proyecto político que atente contra su libertad.
Publicado: septiembre 6 de 2022
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