El periodista estoniano Jüri Lina publicó hace años dos libros sobre sus investigaciones acerca de los procesos históricos que condujeron a la instauración del comunismo en Rusia y después en Europa oriental: «Bajo el signo del escorpión» y «Artífices del engaño». Sus planteamientos parten de la base de teorías conspirativas que pueden suscitar desconfianza en distintos círculos, pero no dejan de generar inquietudes (vid. Enigmas al Descubierto: Arquitectos del Engaño y Bajo el Signo del Escorpion. Jüri Lina.).
Me valgo del primero de ellos para referirme al giro catastrófico que ha dado la política colombiana en el año en curso.
Para entenderlo, hay que partir de la base de que el alto gobierno está ahora en manos de comunistas que no osan declararse como tales, pero lo son en el fondo y, así sea a través del engaño, aspiran a transformar la sociedad colombiana al tenor de sus dogmas ideológicos.
Cuentan para sus propósitos con fuertes apoyos en la cúpula de la rama judicial, en los medios de comunicación social, en la jerarquía eclesiástica, en la esfera sindical y en numerosas organizaciones no gubernamentales. Su apoyo en el cuerpo legislativo está todavía en veremos, pero dentro de unos meses la Fiscalía quedará en sus manos y quizás un tiempo después lo mismo podría ocurrir con el Ministerio Público. Es probable que lo mismo suceda con la Contraloría General de la República, no obstante las promesas de independencia que ha hecho su nuevo titular.
El comunismo controla tres grandes capitales y aspira a extender su influencia en las elecciones departamentales y municipales que se realizarán en al próximo año. No hay que ser muy mal pensados para sugerir que precisamente el afán de colmar de billonarias sumas al gobierno central a través de una voraz reforma tributaria obedece en buena medida a su intención de interferir en dichas elecciones.
Una de las primeras medidas del nuevo gobierno ha sido el desmantelamiento de la alta jerarquía de la fuerza pública. Ya vendrá su relevo por elementos proclives a la nueva doctrina dizque de apaciguamiento de los factores determinantes de la violencia que campea a lo largo y ancho del territorio colombiano. ¡Qué tal, por ejemplo, la idea de concertar con una estructura criminal como la Primera Línea la reforma del Esmad!
Por do quiera se las mire, las transformaciones que se anuncian suscitan presagios pesimistas. Lo más triste es que los hechos parecen darle la razón al ingeniero Hernández cuando acusó a su contrincante que ganó la elección presidencial de rodearse de «lo peor de lo peor».
¿Cómo ha sido posible que una ciudadanía que hasta no hace mucho tiempo rechazaba con denuedo el comunismo haya claudicado ante él?
La teoría de la conspiración puede arrojar luces sobre ello. Lo ocurrido en este año no es fortuito, sino el efecto de una acción concertada entre poderes ocultos que a menudo silenciosamente fueron realizando una vigorosa tarea de zapa destinada a minar las defensas de nuestra sociedad. La demolición de la imagen del expresidente Uribe y el deterioro del Centro Democrático ubican dentro del propósito de demoler los diques que nos protegían del comunismo. Todo parece indicar que envenenaron a los jóvenes para inclinarlos hacia la extrema izquierda.
¿Todo está perdido? El año entrante lo sabremos, cuando se den los resultados electorales en lo regional y lo local. Hay que estar preparados para esas elecciones.
Jesús Vallejo Mejía
Publicado: septiembre 7 de 2022
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