Cada gobierno llega definiendo la Paz según su leal saber y entender, su conveniencia. Estoy convencida de que no hay corazón humano que no anhele paz. Pero tenemos que reconocer que la búsqueda real de ella es un camino lleno de dificultades por que ,aunque, promueve la fraternidad, definitivamente no coexiste con la injusticia y la impunidad. La paz nos obliga a conciliar lo que pensamos con lo que sentimos. No podemos creer que es algo tan simple como la ausencia de guerras, es aquello que cada uno de nosotros construye cada día, es nuestra decisión diaria de vivir en una sociedad más justa, en un Estado más equilibrado en el que se respeta la división de poderes.
Un país más seguro y en consecuencia más libre, más prospero, que supere la pobreza, promueva la igualdad y haga a un lado la lucha de clases. Necesitamos líderes que prometan menos y se comprometan más, líderes generosos, solidarios. Líderes que no personifiquen, individualicen la vida nacional según sus caprichos.
No es la Colombia de uno u otro, es la Colombia de 50 millones de colombianos, necesitamos líderes conscientes de que ser presidente de Colombia no es escriturar por 4 años el territorio nacional; ser ungido con esta dignidad es asumir la responsabilidad de entregarle a cada ciudadano la oportunidad de vivir seguro, es poder trabajar, educarse, tener salud; es tener un diálogo permanente con la mayoría de los ciudadanos para conocer sus problemas y necesidades, pero también sus sueños; es mostrarle al mundo que Colombia es tierra fértil para el crecimiento económico, para vivir en armonía y prosperidad, que es un buen lugar para sacar adelante los hijos. Que Colombia es un país con una democracia estable, en el que podemos confiar.
Estamos cansados de promesas y discursos de paz que luego son desmentidos por los actos violentos, no solo de grupos armados al margen de la ley, si no, incluso promovidos por sus dirigentes. El pueblo colombiano está escéptico, está hastiado de promesas incumplidas, de mentiras dichas insistentemente para intentar convertirlas en verdad.
Procesos de paz donde se arrodille el Estado, se premie el delito y reine la impunidad no pueden ser exitosos, necesitamos apegarnos a los cánones de la ética y la justicia que exige la sociedad, pero en especial que merecen las víctimas del conflicto. Tal vez lo más importante, es garantizar un modelo de desarrollo incluyente y eso solo se hace en democracia. Todo esto lo podemos lograr desde que el compromiso con la patria no sea desde el ego, si no, un compromiso desde el alma.
Publicado: agosto 29 de 2022
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Compromiso el de Álvaro Uribe Vélez, el mejor presidente de la historia colombiana. La paz murió con el ilícito cultivo que otorgó un Nobel a la traición. La justicia se desarticuló con el premio curules jep congreso. El cambio está por verse… con un viejo exterrorista enfermo terminal.