Ha quedado establecido que el senador Gustavo Bolívar es un embaucador que, por cuenta de sus maniobras y mañas, llevó al suicidio a Diego Andrés Díaz, hijo del artista Bruno Díaz.
Bolívar mantuvo al joven durante largos meses a la expectativa, dándole largas y haciéndole promesas de que muy pronto le pagaría una multimillonaria acreencia. Lo invitaba a estar tranquilo y a que le otorgara unos plazos razonables para poder cumplir con el compromiso que tenía con quien le había hecho una instalación de energía solar en su hotel de Girardot.
Los plazos se cumplían y el dinero nunca llegaba. Asfixiado por las deudas que adquirió para desarrollar el proyecto contratado por Bolívar, Diego Andrés tomó la dramática decisión de acabar con su vida.
La muerte del joven emprendedor despertó una gran solidaridad en el país. El mejor amigo del muchacho rompió el silencio y contó los detalles de la manera despiadada como Bolívar, a punta de razones, le hizo el quite a la situación.
Felipe Pasos era el nombre del amigo que valientemente enfrentó al congresista. Su coraje le pasó factura. La bodega de sicarios virtuales al servicio del petrismo desató una monstruosa campaña de acoso contra el amigo de Díaz, descalificándolo por sus denuncias y por sus defectos físicos. El resultado: otro suicidio. Dos muertos que para siempre pesarán en la conciencia de Gustavo Bolívar, un sujeto cuya ruindad y brutalidad son palmarias.
Ha surgido un nuevo escándalo por cuenta de un mensaje de audio que Bolívar le envió a un director de cine conmocionado por el proyecto de reforma tributaria, en el aparte que contempla la eliminación de beneficios. En concreto, la preocupación de los artistas se concentra en la derogatoria de un artículo de la ley 814 de 2003, el cual contempla deducciones de renta del 125% del valor invertido en la producción cinematográfica.
Otro alivio que el gobierno socialcomunista pretende eliminar es el que está consideradoo en la ley 1556 con el que se garantizan contraprestaciones que llegan al 40% para los productores de obras cinematográficas.
Frente al reclamo hecho por e director de cine Harold Trompetero -un fervoroso petrista-, Bolívar respondió: “Tranquilo hermano, tranquilos que yo freno todo eso. Yo ahí teniendo la batuta de la comisión tercera yo no dejo pasar eso…Eso no va a haber problema, dígales que tranquilos”.
Es perfectamente normal que un congresista hable con voceros de gremios y grupos de interés con el propósito de conocer sus inquietudes respecto de temas tan sensibles como una reforma tributaria. Lo que no es admisible es que Bolívar, que tiene intereses directos en la producción cinematográfica y que sus hijos trabajan en ese sector de la economía advierta que usará el poder que ostenta como presidente de la comisión del Senado que estudia prima facie las reformas tributarias, para “frenar todo eso”.
Esa grabación cuya autenticidad Bolívar no ha cuestionado, se convierte en un importante medio para probar que el hombre fuerte del petrismo es un deleznable y vulgar traficante de influencias.
Ninguna garantía tiene la sociedad colombiana con que el parlamentario en cuestión sea quien presida las deliberaciones de la polémica reforma tributaria que ha presentado el gobierno entrante. ¿Bolívar se encargará de proteger a sus amigos, socios y gremios con los que él tiene negocios?
El Consejo de Estado es el llamado para determinar si hay un comportamiento reprochable por parte de ese congresista. Pero mientras se desarrolla el debate judicial que necesariamente tiene que darse, el cuestionamiento político queda sobre la mesa. La presencia de Bolívar en esas deliberaciones, conociendo sus compromisos con los gremios de los que él o los suyos hacen parte, recubren con el asqueroso manto de la ilegitimidad a la reforma recién presentada en el Congreso de la República.
Publicado: agosto 10 de 2022
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