Más que malestar, los miembros de la Fuerza Pública tienen una gran incertidumbre sobre su futuro. Aunque algunos pretendan soslayar el pasado guerrillero y terrorista del presidente de la República, ese antecedente es de gran peso en la moral de los soldados y policías de Colombia.
Un hombre que en el pasado los combatió e hizo parte de una estructura criminal responsable del asesinato de centenares de hombres de uniformados -y también civiles-, no puede más que despertar sospecha y generar resistencia en las filas.
Es cierto que Petro se desmovilizó en 1990, pero también lo es que desde entonces no ha cesado sus ataques políticos contra las FF.MM. y la policía. Uno de sus más cercanos, Gustavo Bolívar se refiere a ellos como “malditos y cerdos”.
En el gobierno de Petro los militares y policías son tratados con presunción de culpabilidad, prejuzgamiento que toma fuerza por cuenta de las conclusiones macabras que se extraen del cuestionable informe de la llamada ‘Comisión de la Verdad’.
Las señales directas del presidente son inequívocas. La designación del brutal Iván Velásquez como ministro de Defensa es, ante todo, un preaviso de lo que se viene para los militares: persecuciones, sindicaciones temerarias, encasillamientos y pérdida de seguridad jurídica, todo lo anterior envuelto en un insoportable desconocimiento de sus derechos fundamentales.
No existe un antecedente igual al registrado en las últimas horas. El presidente no llegó a la ceremonia de reconocimiento de tropas en la Escuela militar de cadetes José María Córdova. Sin dar mayores explicaciones, el jefe de Estado mandó a decir que el evento, que es de gran trascendencia, quedaba pospuesto.
La abnegación, disciplina y compromiso de los uniformados no son ni serán reconocidos por el gobierno. Durante el fin de semana, el presidente hizo una notificación cuyo alcance no ha sido ponderado. Escribió en su cuenta de Twitter: “La comisión de masacres y su impunidad en jurisdicciones de mandos militares y policiales afectará la hoja de vida de los mandos. Desde ahora todo mando militar y policial en su jurisdicción debe velar por neutralizar al máximo la comisión de masacres y muerte de líderes sociales”.
¿El mandatario está insinuando que ellos antes no protegían a los líderes sociales? ¿Está queriendo decir que los comandantes de policía y ejército han permitido esos crímenes, o propiciado la impunidad frente a los mismos?
En su autobiografía -colmada de mentiras e imprecisiones- y en miles de intervenciones públicas Petro, que es evidentemente paranoico, ha dicho que a lo largo de su vida la Fuerza Pública ha querido asesinarlo. No muestra una sola evidencia. Utiliza lugares comunes y sindicaciones hechas al desgaire, para justificar el delirio de persecución que lo agobia.
Ahora él es el comandante supremo de las instituciones a las que pertenecen unos supuestos sicarios que solo existen en su atormentada imaginación. Sabe que no podrá desmantelar a las Fuerzas Militares, pero eso no le impedirá debilitarlas a más no poder, propinándoles una derrota política de la que difícilmente puedan recuperarse que consistirá en permitir que sean dibujadas como una estructura criminal al servicio de unas élites corruptas.
A la policía, en cambio, sí la tiene perfectamente sitiada. En cuestión de semanas, esa fuerza saldrá de la órbita del ministerio de Defensa, para empezar su conversión hacia una institución al vaivén de las coyunturas políticas.
Así como Chávez tuvo a sus ‘círculos bolivarianos’, Petro pretenderá poner a la policía al servicio de sus causas ideológicas.
No hay razones objetivas para que los militares colombianos estén tranquilos. Con la llegada al poder, la izquierda se frota las manos porque sabe que llegó la hora de ajustar cuentas con sus enemigos.
Publicado: agosto 17 de 2022
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