Son muchos los que han persistido durante este mes con el cuento de que «si a Petro le va bien, a Colombia le va bien». Y a ello han sumado la consigna de que los funcionarios que el presidente electo ha designado han sido de buen recibo. No pueden negar, sin embargo, que el dólar mostró el nerviosismo de la economía trepando como respuesta a los nombramientos de los nuevos ministros, así como a sus pronunciamientos equivocados, y cayó cuando se pausaron las nominaciones y se guardó silencio.
Pero quienes aplaudieron ingenuamente los primeros nombramientos de Petro, no deberían hacer ahora lo mismo ante designaciones como la de Giovani Yule en la dirección de la Unidad de Restitución de Tierras. Un verdadero despropósito porque este indígena nasa se ha caracterizado por promover invasiones y expropiaciones de tierras en el Cauca, lo que hace suponer que estaría más interesado en una reforma agraria «democratizadora» que en los procesos de restitución de predios a campesinos que fueron desplazados por la violencia.
Este nombramiento, que parece un chiste, va a terminar en que, en conjunto con la MinAgricultura Cecilia López, se va a desarrollar un despojo de tierras nunca antes visto en el país para entregárselas a quienes no saben, no pueden o no quieren producir. Los indígenas del Cauca suelen invadir grandes haciendas para destruir sus cultivos e impedir la producción con el supuesto fin de recuperar y liberar las tierras de la «Pachamama». Un propósito que aparentemente está en sintonía con sus creencias, pero que en realidad se convierte en un factor de dominación y poder.
En Colombia hay menos de 2 millones de indígenas, algo así como el 4% de la población, pero detentan 34 millones de hectáreas, que son el 30% del total nacional, más que suficientes para su sustento. Pero si la propiedad privada no se defiende ni se garantiza la libertad de empresa en el sector agropecuario, el activismo del señor Yule nos puede llevar a una escasez que será el preámbulo de la hambruna y la miseria generalizada que siempre provocan estas aventuras comunistas. Ya los cañicultores de Valle y Cauca tienen la batalla perdida, será el comienzo del fin.
Sin embargo, el nombramiento de Yule no es nada en comparación con el del nuevo ministro de Defensa, el abominable Iván Velásquez. Nadie se explica cómo es posible nombrar un enemigo declarado de la Policía y el Ejército precisamente en ese ministerio; alguien que no ve nada qué objetarles a las guerrillas, pero sí a la Fuerza Pública. Hasta el periódico El País de España (de izquierda) ha llegado a la conclusión de que la misión de Velásquez es desmantelar el Ejército.
Con Velásquez no habrá Fuerzas Militares para proteger a los colombianos. No habrá Policía, y mucho menos Esmad. El desfile militar del pasado 20 de julio quedará en la historia como la última vez que nuestros héroes recibieron el aplauso y la admiración de los colombianos. Este protervo personaje nos dejará a merced de fuerzas extranjeras y de bandidos de toda laya, en tanto que protegerá al gobierno de Petro con una guardia pretoriana de sicarios que avasallarán a la oposición.
Dos nombramientos, solo dos, que constituyen un siniestro presagio de la hecatombe que se avecina a partir del 7 de agosto.
Publicado: julio 26 de 2022
4.5